Solían decir que las segundas partes no eran buenas. En muchas ocasiones era cierto. Pero si algo debemos destacar de la década de los ochenta es la aparición de las sagas ("Supermán", "La guerra de las galaxias", "Rocky") y reconocer abiertamente que algunas de las secuelas son iguales o incluso mejores que su antecedente.
"Rambo 2" es una notable película que no desmerece para nada a su antecesora ("Acorralado"). En esta ocasión John Rambo habrá de enfrentarse, no sólo con el ejército vietnamita y ruso que mantienen prisioneros americanos en un campo de concentración, sino también con todo el aparato político y burocrático de su país.
"Rambo 2" es una película de una perfección técnica admirable. Un producto magistralmente trabajado y acabado. Es puro entretenimiento, llena de acción, capaz de sorprendernos en cada escena. ¿Por qué la saga de Rambo engancha a tantos espectadores? Porque los personajes son definidos de forma clara y exhaustiva; su guión es sencillo pero tremendamente sólido y, sobre todo, sabemos 'por qué' se llega a cada clímax de violencia. Es decir, antes hay una historia.
Todo ello le da un aspecto de 'clásico', de película de indios y vaqueros, de rigor argumental. Característica ésta de la que carecen la mayoría de las películas actuales, cuando es tan necesaria e imprescindible para hacer buen cine, o, por lo menos, para que no desaparezca.
El público, al que muchas veces se pretende engañar, no es tonto, y cuando se entretiene y pasa un buen rato se quita el sombrero ante lo que tiene delante. Sea "Rambo" o "Cantando bajo la lluvia".