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Voto de Cinéfilo de mierda:
4
Comedia En una cena entre cuatro parejas, que se conocen de toda la vida, se propone un juego que pondrá sobre la mesa sus peores secretos: leer en voz alta los mensajes, y atender públicamente las llamadas, que reciban en sus móviles durante la cena. Remake del exitoso film italiano "Perfetti sconosciuti" (2016), de Paolo Genovese.
4 de enero de 2018
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nada más salir de la película, al escribir este texto en Filmaffinity, he leído que esta obra es un remake de una película italiana de 2016. No solo me parece estúpido rehacer una película estrenada un año antes, sino que una vez vista parte de la versión original -me he puesto solo el final, no me voy a tragar la historia dos veces seguidas- mi opinión ha caído en picado.

Lo poco que he visto de la versión de Paolo Genovese no es que me haya parecido maravilloso, pero al menos sí que era prometedor. Hablo de unos minutos finales muy intensos, incluso dramáticos, con algún detalle en los personajes que se ha perdido por el camino, un mensaje claro que ataca directamente a la mala influencia de las nuevas tecnologías en la vida íntima de las personas y un desenlace igual de condescendiente que su versión española, pero tratado con mucha más elegancia. Su ritmo es más pausado y su director sabe colocar tanto a la cámara como a los intérpretes, explorando otros espacios del escenario y otras posibilidades narrativas.

De la Iglesia, por el contrario, se muestra caótico y abrumado. Aunque toda la historia se desarrolla en un único entorno, las pocas veces que los personajes salen de las dos estancias protagonistas se produce una sensación de desorientación propiciada, entre otras cosas, por una cámara que teme el plano abierto por encima de todas las cosas. El director no exprime las posibilidades al máximo y apenas se preocupa en contar algo con la posición o la expresión corporal de su elenco,reduciendo todo a un dialogo -y algún juego de miradas ocasional que se agradece un montón- que resulta atropellado y nervioso. El juego de la luna justifica una fotografía dominada por un tono rojo ultra desagradable y mal conseguido que persigue generar tensión artificialmente, como desesperado en hacernos llegar la idea de que la cosa se va de madre poco a poco. Por no hablar del final, que destruye la reflexión que trata de hacer la fuente y nos planta una idea principal que, bajo mi ética, es vergonzosa.

En esta versión no existe evolución, superación, o esos calificativos que justifican haber disfrutado de una obra y te hacen sentir mejor persona. En esta versión, a la fuerza de no se qué, existe rutina, mentira, conformismo y escaso amor propio. Un crimen.

Por alejarnos de la comparación, conviene aplaudir el trabajo de los actores, que denota química y deja algunos momentos realmente conseguidos. Lamento que gran parte de la comedia, por la necesidad de marcar los roles, quede restringida a dos únicos personajes, pero agradezco que al menos de esa forma no resulte un chascarrillo tras otro, sin control, y que eso permita que se exploren otras emociones que provocar al espectador. Y es que las sensaciones que provoca esta obra van cambiando constantemente durante todo el metraje, aunque siempre se encuentren distribuidas como departamentos estanco: ahora te ríes, ahora lloras, ahora tensión, luego te relajas... Pero mi 10 más absoluto está dirigido al vestuario, y si no lo digo reviento. El vestuario es capaz de contar muchísimo de los personajes.

En general, la experiencia que propone Alex de la Iglesia no es una tortura, y el visionado se hace muy ligero. Pero dada la pobre ejecución, su falta de originalidad y pésimo mensaje, no recomiendo darle más de una pasada a todas aquellas personas que no aguanten el cine italiano.
Cinéfilo de mierda
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