Muy buena película la de Chris Gerolmo (1994), que nos adentra en las podridas entrañas del sistema comunista soviético, mediante el relato cronológico de una serie de asesintos, que tardaron décadas en resolverse por la propia ineptitud y fanatismo de sus dirigentes. La clave de la película -que tiene diversos niveles de lectura- está en la frase del responsable político de la investigación, cuando dice que en el sistema comunista no puede darse ese típo de asesinatos, refiriéndose a que eso es propio de los sistemas capitalistas...
El comunismo soviético fue el mayor experimento social y político por el que ha pasado la humanidad, y estuvo basado en el terror y la opresión más inícua que pueda imaginarse, hasta el punto de acabar con millones de personas. Pese a la magnitud de aquella catástrofe todavía sabemos muy poco de lo que pasó en la URSS durante las siete décadas de existencia; sin embargo, estamos ahítos de films fascistas y campos de concentración nazis -que también son necesarios, por supuesto-, hasta el punto que "fascista" en un insulto y "comunista" un signo de distinción y pedigrí ideológico. Es por ello que hacen falta más películas de este tipo y otras del estilo, entre las que destaca "La vida de los otros" de Florian Henckel-Donnersmarck (2006), para que los sufridos ciudadanos aprendamos algo sobre la historia del pensamiento y de las ideologías llevadas a la práctica. Sin duda, la salvación no está por la derecha ni por la izquierda, sino en un sistema basado en la democracia y el respeto a los principios esenciales impresos por Dios en la naturaleza humana: derecho a la vida, derecho a la libertad y derecho a la propiedad, según los definió Clemente VI (1342-1352) hace siete siglos. En todo caso, experimentos sociales los justos y preferiblemente con gaseosa.