Comunidad rural endogámica (se podría decir, casi sin exagerar, que son todos de la misma familia). "White trash" o, dicho de otro modo, blancos americanos que viven en la miseria, rodeados de violencia, brutalidad y crimen, en el puto lodo; "cocinando" y consumiendo drogas, sobreviviendo en el límite, sin rendirse del todo, pero sin esperanza apenas.
La Naturaleza sería el reflejo apropiado de su triste condición; agreste, árida, áspera.
Y una heroína. Ariadna o Antígona. Joven que deberá rasgar el velo, romper la ley del silencio, trastocar el orden, remover las aguas (literalmente) para salvar a los suyos. Su valor y entereza moral, su estoicismo callado y su terca voluntad son las luces que nos iluminan en este trayecto tan oscuro y sórdido, en este viaje circular y ensimismado al fondo de las entrañas de la derrota y la pérdida, al desamparo roto.
El gesto épico, en miniatura, de esta casi niña sería la reivindicación de su nombre, de su gente, de su estirpe, de su sangre. Encontrar a su padre cumple tres funciones: una puramente pragmática y desesperada, que no le quiten la casa, y otras dos más hondas; descubrir la verdad y exigir, ganarse las explicaciones debidas, las pruebas de la barbarie. Una serie de obstáculos, como pruebas en el laberinto del Minotauro, que fijará/atará a Ree a su destino, marcado a fuego y por los golpes, que le unirá a sus genes, a sus hermanos y a su madre.
Clanes, códigos, fuertes reglas y roles muy marcados. Se da la aparente contradicción de que a mayor caos y depravación, un enjambre superior de formulismos y "burocracia" te vas a encontrar, de barreras y vallas, de dificultades y negociaciones, quizás como contrapeso, contrapunto o compensación. Todo es tácito y pacto, amenaza y sobreentendido. Todo son tabúes, miedos y fronteras. A la ley exterior, general, policial y legal, ellos oponen una ley interior, cerrada y opresiva tanto o más dura e implacable que la otra; para protegerse y no atomizarse demasiado, para mantenerse juntos y poder salir adelante en un medio tan hostil y virulento.
Y toda esta maraña intrincada será transgredida/superada por la intrépida chiquilla. Sus actos contra lo establecido acarrearán el inevitable castigo, administrado por mujeres, sí, ellas, especialmente, ejercerán la coacción y la crueldad sobre Ree; serán sus compañeras y enemigas, las que más la entienden y se apiadan a pesar de ser las que más la maltratan. En este sentido, el asunto de los sexos está tratado con sutileza, muy matizado. En una sociedad claramente patriarcal en la que los hombres tienen el mando, ya que en un entorno salvaje la fuerza bruta y la temeridad masculinas son predominantes, se puede observar como todas las mujeres que aparecen son determinantes, en la sombra en apariencia, poderosas y decisivas en verdad, casi más que ellos. Se puede apreciar más claramente en una situación anecdótica, un tanto cómica: la reacción primera de la amiga de Ree ante la negativa del marido respecto a la cesión del coche, y la conclusión final, cuando lo coge sin importarle nada la opinión de él, a pesar de vivir en la casa de sus padres y no ser suyo.
Finalmente, va creciendo la figura del tío, que se convertirá en el guía en el desfiladero, su Orfeo o Virgilio, en el acompañante de la chica, figura tan ambigua como precisamente delineada.
Buena película. El tono corresponde con exactitud al alma de la historia. Una asepsia ascética, una lucha de contrastes, entre el pundonor más ejemplar y la negrura más abyecta.
"Nunca pidas algo que te deberían ofrecer", le enseña la hermana mayor al más pequeñajo. En esa frase está condensado lo mejor de esta película. Su rotundidad despojada y esencial, su dureza y parquedad, la vida como una guerra sin concesiones ni casi sentimientos.