Qué guapas estaban, crujientes, las tres (bueno, las cuatro si sumamos acertadamente a Veronica Cartwright, tremenda), en su prime, en el punto justo de cocción, a punto de caramelo, en el momento cumbre de maduración, terne, al dente.
Belle Époque y La casa de Bernarda Alba y El diablo sobre ruedas y Las brujas de Salem y El crisol y Aquelarre y Prácticamente magia.
Las mujeres desean sexo (sí, polla, hablan de ella) y dinero (no lo citan, pero tampoco molesta jugar al tenis de vez en cuando o que te sirva un Fidel de entre tantos) no se chupan el dedo, plegarias atendidas, vale, de acuerdo, dolce farniente, a la sopa boba, perfectamente, lo malo es que se pasa de una aparente sátira jocosa dionisiaca y libérrima y fastuosa (por excesiva, cantidad que no calidad) a una crítica del puritano cerril burgués provinciano protestante ciudadano medio yanqui a... no se sabe muy bien el qué cojones es porque en el último tramo lamentablemente descarrila tuerce mala lamentablemente hacia el sinsentido, la gratuidad, el absurdo involuntario. La transición entre el despelote primero y la toma de conciencia posterior de ellas y su postrera solución, todo ese proceso es bochornoso, está muy mal desarrollado, ah, carajo, que se ha vuelto malote y ahora nos llaman zorras en la misma cara las del pueblo, acabáramos, crueldad intolerable, ya no le queremos, vade retro, esto es un infierno.
O sí, o tal vez en ese último rato se quiere hablar de la hipocresía morrocotuda de las mujeres, de que lo quieren todo, a dios y al diablo, darse gusto, alegría macarena, y, a la vez, guardar las apariencias, la esposa del césar, o no, o quizás nos desean mostrar su inmarcesible bondad, su alta moralidad, que su propio gozo individual no sea incompatible con el bien de la comunidad.
Qué será, será (lo que tiene el negro). O que el diablo solo pa un rato. El anillo pa cuándo. O que los hombres solo sirven para usar y tirar, material desechable. Mejor solas que mal acompañadas. Puede ser.