Superproducción acartonada. Desmesurada adaptación bíblica.
No decae (salvo algún escaso momento: las plúmbeas apariciones de Hopkins) y alterna con frenesí el estrépito palomitero, la reflexión moral de brocha gorda y el melodramón esencial y desbaratado.
Los efectos son de chichinabo, la acción muy a grandes rasgos y es en la tensión familiar donde hay mayor regodeo y atención.
Los desgarros de Connelly y, especialmente, la jovenzuela yerma (está estupenda Watson en su intensidad y desafuero) son lo más granado. Crowe aguanta el tipo con sobriedad (aunque el ridículo le acosa varias veces con inquina) y el villano cumple con solvencia.
El sustento y marco es la Biblia, pero la deriva es hacia el popurrí endiablado; una mezcla inclasificable y bastarda de fantasía retro, reflexión desgañitada, trama religiosa, ahondamiento posmoderno, saga familiar desquiciada y new age de baratillo en un suma y sigue disparatado que el bueno de Aronofsky intenta controlar con más voluntad que pericia, persiguiendo una ambición que claramente le supera, desbordado, triturado en esa frontera traicionera y miserable en la que mueren tantos proyectos "artísticos" que un buen día nacieron con la intención de decir algo nuevo o personal y que, en su mayoría, fracasan con fruición, masacrados por la urgencia económica y el afán de agradar a toda costa. Lo interesante y valorable es si este desastre mayúsculo es cobarde y tristemente convencional o, por el contrario, alumbra/atisba algún misterio, penetra alguna mentira, se la juega de alguna manera que estimula, sorprende o, simplemente, entretiene (lo que no es poco). Pues bien, esta enorme chapuza vale la pena, entre tanto escombro reluce algún destello de originalidad y valentía que justifican la aventura; esta majadería se torna como un canto al exceso y el riesgo, a la mezcla desprejuiciada y la revuelta; más vale engendro fullero que un correcto buenos días, charco ponzoñoso que celofán manufacturado.
Partimos de mitos y leyendas, pero al director le interesa más el desvío fanático, la plasmación en imágenes del conflicto de la fe. Visión negra de la religión, entendida como una peligrosa tentación, como un terrible imán de iluminados. Noé se toma demasiado en serio a sí mismo, se engolfa con su "misión", pierde los papeles y se enamora de la destrucción y la muerte; agonizando de idealismo y anhelando el absoluto; la perfecta desaparición, la extinción de la especie, borrados del mapa como si de una plaga abyecta se tratara, como chusma infecta, sin esperanza ni perdón. Radiografía un poco cutre pero sorprendente de los peligros de la fe, la pureza y el integrismo; hermanos gemelos de la muerte y el asesinato.
Aparatosa y descompensada, protuberante y melenuda (desmelenada), torturada y zarrapastrosa. Bastante rara, un poco nada y todo; en los mejores momentos Shakespeariana (o así), en los peores ciencia ficción de serie z (a lo Travolta en "Campo de batalla: La Tierra").