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Voto de Ferdydurke:
7
7,7
32.439
Cine negro. Drama. Romance. Thriller
Johnny Farrell (Glenn Ford), un aventurero que vive de hacer trampas en el juego, recala en Buenos Aires. Allí lo saca de un apuro Ballin Mundson, el propietario de un lujoso casino, que acaba haciendo de él su hombre de confianza. Un día, Mundson le presenta a su esposa Gilda. Su sorpresa no tiene límites: fue ella precisamente quien lo convirtió en lo que es: un ser cínico y amargado. (FILMAFFINITY)
24 de abril de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La arpía y el paleto.
Arrebatada belleza romántica, furiosa y negra belleza abstracta; como si Pollock y Beethoven hubieran pintado un lienzo a jirones de negrura salpicada por pequeñas y hermosas gotas de música blanca que exuda.
Soledades abismales, pasados horrísonos y futuros fatales. Cine negro a lo bestia. De tan estilizado que se niega a sí mismo en cada plano, que se pierde en su propio y reconcentrado y retorcido abismo; espirales, remolinos de ciega pasión casi surrealista, soñada.
Inteligencia, inteligencia e inteligencia en cada línea, en cada diálogo, en cada concepto. Y paladas de sordidez a cada paso. Y un amor que recorre toda la obra como un suspiro agónico, desgarrado.
Todo está manchado desde el principio, desde siempre, desde el paraíso, la manzana, la serpiente y Eva, la mujer que perturba el frágil y turbio idilio masculino, ese amor (no tan) puro, y después todo lo demás, hasta los nazis corroyendo la fruta del nuevo paraíso, en la aquí mítica Argentina.
No hay salida, todo es agonía.
Una bailarina, un jugador, un empresario y un filósofo. Más un policía y algunos tontos.
Arrebatada belleza romántica, furiosa y negra belleza abstracta; como si Pollock y Beethoven hubieran pintado un lienzo a jirones de negrura salpicada por pequeñas y hermosas gotas de música blanca que exuda.
Soledades abismales, pasados horrísonos y futuros fatales. Cine negro a lo bestia. De tan estilizado que se niega a sí mismo en cada plano, que se pierde en su propio y reconcentrado y retorcido abismo; espirales, remolinos de ciega pasión casi surrealista, soñada.
Inteligencia, inteligencia e inteligencia en cada línea, en cada diálogo, en cada concepto. Y paladas de sordidez a cada paso. Y un amor que recorre toda la obra como un suspiro agónico, desgarrado.
Todo está manchado desde el principio, desde siempre, desde el paraíso, la manzana, la serpiente y Eva, la mujer que perturba el frágil y turbio idilio masculino, ese amor (no tan) puro, y después todo lo demás, hasta los nazis corroyendo la fruta del nuevo paraíso, en la aquí mítica Argentina.
No hay salida, todo es agonía.
Una bailarina, un jugador, un empresario y un filósofo. Más un policía y algunos tontos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Un hombre solitario, rico y disoluto contrata a una puta y a un puto. A la puta la hace esposa, al puto, amante, amigo y socio. La puta se lía con el puto y el chulo huye, muere, resucita y vuelve a morir. La puta y el puto se quedan con lo suyo y acaban felices, como si todo hubiese sido un mal sueño, nada más que un burdo truco.
Y el filósofo gusano, el Diógenes de la Pampa, el rey de las alcantarillas, el jefe de los lavabos y el caudillo de las letrinas, el Dios de todo esto, el Deus ex machina siempre vivo, el que mueve los hilos para que todos cumplan su cometido es el personaje definitivo.
Hermosísima, bellísima obra que abruma/asombra en su primera hora perfecta y que después se pierde, alarga, entontece, explica, paga el precio de la norma y finaliza a lo grande, justo antes del definitivo desastre, de forma inverosímil, delirante, abrupta, joder, acojonante.
Nunca el cine negro fue tan poético.
Glenn Ford más que un hombre parece un perro, esa cara cuadrada, ese cuerpo escombro, disfrazado de persona con esos trajes imposibles y esas corbatas cachondas, él ladra si su amo le llama, es un animal o un camión de la basura que recoge la ropa sucia; ella es una, con perdón, zorra, de ángulos perfectos y cabellera roja, flexible, felina, imposible, hermosa, bella, malabuena, preparada para el sexo, entrenada para la guerra pero siempre colgada del perro; el proxeneta es un lobo viejo, acabado, gastado, mezquino, aburrido, un muerto redivivo; el gusano, Tío Pío Pío es un puerco sabio, generoso, que lo ve todo, que vive en el lodazal y chapotea como un gorrino; todos juntos forman parte de un zoo alucinado, suspendido en el cielo negro más bello.
Como si se pasaran la película huyendo de una muerte segura, implacable, de ese jefe salido de "El séptimo sello", para que al final la burlen por un pequeño golpe de suerte o un gesto dadivoso del filósofo memo.
Como si los muchos malos augurios de ella solo fueran pruebas de su amor atormentado, ciego.
Como si la pesadilla se mirara en el juego de espejos rotos, viciosos y no se reconociera.
Película que dinamita el corsé de los tópicos más infantiles y ridículos del cine negro para alzarse al cielo de la locura artística, a pleno fuego, a ratos, buenos.
Y el filósofo gusano, el Diógenes de la Pampa, el rey de las alcantarillas, el jefe de los lavabos y el caudillo de las letrinas, el Dios de todo esto, el Deus ex machina siempre vivo, el que mueve los hilos para que todos cumplan su cometido es el personaje definitivo.
Hermosísima, bellísima obra que abruma/asombra en su primera hora perfecta y que después se pierde, alarga, entontece, explica, paga el precio de la norma y finaliza a lo grande, justo antes del definitivo desastre, de forma inverosímil, delirante, abrupta, joder, acojonante.
Nunca el cine negro fue tan poético.
Glenn Ford más que un hombre parece un perro, esa cara cuadrada, ese cuerpo escombro, disfrazado de persona con esos trajes imposibles y esas corbatas cachondas, él ladra si su amo le llama, es un animal o un camión de la basura que recoge la ropa sucia; ella es una, con perdón, zorra, de ángulos perfectos y cabellera roja, flexible, felina, imposible, hermosa, bella, malabuena, preparada para el sexo, entrenada para la guerra pero siempre colgada del perro; el proxeneta es un lobo viejo, acabado, gastado, mezquino, aburrido, un muerto redivivo; el gusano, Tío Pío Pío es un puerco sabio, generoso, que lo ve todo, que vive en el lodazal y chapotea como un gorrino; todos juntos forman parte de un zoo alucinado, suspendido en el cielo negro más bello.
Como si se pasaran la película huyendo de una muerte segura, implacable, de ese jefe salido de "El séptimo sello", para que al final la burlen por un pequeño golpe de suerte o un gesto dadivoso del filósofo memo.
Como si los muchos malos augurios de ella solo fueran pruebas de su amor atormentado, ciego.
Como si la pesadilla se mirara en el juego de espejos rotos, viciosos y no se reconociera.
Película que dinamita el corsé de los tópicos más infantiles y ridículos del cine negro para alzarse al cielo de la locura artística, a pleno fuego, a ratos, buenos.