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Voto de Ferdydurke:
5
6,4
1.676
Intriga. Drama
En el verano de 1977, un preso político, que vive en el exilio, relata las circunstancias de su fuga a un reportero: en abril de 1976, un grupo de etarras planea fugarse de la cárcel, pero el proyecto fracasa cuando los guardias descubren el túnel que están excavando. Los reclusos, lejos de desanimarse, empiezan un segundo túnel. Tras ocho meses de dificultades, consiguen fugarse. Dadas las delicadas circunstancias de los últimos meses ... [+]
30 de julio de 2021
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La evasión. La gran evasión. La contraseña. Me han matat. Mataix.
Cine primitivo, esencial, de aventuras, melancólico, que tiende hacia cierto lirismo étnico, abstracto, tocado a través de la banda sonora especialmente y de la boda y las comidas, ritos y comuniones, el hombre desnudo, en comunidad.
Es pequeña, correcta, sencilla, humilde, artesanal, bien hecha, realismo duro, ascético, sobrio. No entra a mayores, los idealiza levemente, los exalta cariñosamente, pero no exagera, lo justo, listos, sufridos, guerreros, idealistas, se supone. No se pierde en excesos ni maniqueísmos ni demagogias, es sucinta, irreprochable, hierática, pétrea, triste y dulce, ni los policías son malos, ay, la guardia civil, ni ellos buenos, cada uno cumple con lo suyo, los villanos y los héroes tienen sus papeles, nada más que eso.
Emociona en ciertos momentos quizás más sentimentales, los que hablan de la solidaridad humana, de la desolación y la lucha, decepciona tal vez en el resto, por demasiado escueta, por inevitablemente identificarse solo con una parte, aunque por encima todo.
Cine primitivo, esencial, de aventuras, melancólico, que tiende hacia cierto lirismo étnico, abstracto, tocado a través de la banda sonora especialmente y de la boda y las comidas, ritos y comuniones, el hombre desnudo, en comunidad.
Es pequeña, correcta, sencilla, humilde, artesanal, bien hecha, realismo duro, ascético, sobrio. No entra a mayores, los idealiza levemente, los exalta cariñosamente, pero no exagera, lo justo, listos, sufridos, guerreros, idealistas, se supone. No se pierde en excesos ni maniqueísmos ni demagogias, es sucinta, irreprochable, hierática, pétrea, triste y dulce, ni los policías son malos, ay, la guardia civil, ni ellos buenos, cada uno cumple con lo suyo, los villanos y los héroes tienen sus papeles, nada más que eso.
Emociona en ciertos momentos quizás más sentimentales, los que hablan de la solidaridad humana, de la desolación y la lucha, decepciona tal vez en el resto, por demasiado escueta, por inevitablemente identificarse solo con una parte, aunque por encima todo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Y al final aparece un imprevisto chusco, una nota que chirría en la limpia sinfonía de la huida, en modo de chapuza organizativa representada por el hombre de la frontera, ese guía ausente, que de nada el pobre se entera, como salido directamente de la T.I.A.
Y lo contrario, la elegancia de los etarras (eran los polimils, o eso parece, políticos militares, no los exclusivamente militares, una facción dentro de la banda se entiende que más civilizada y leída, más intelectual y menos agresiva, aunque compartieran en ese momento la mayoría de fines y medios con los otros más cavernícolas, Euskadiko Ezkerra, los Onaindia y cía, versus Herri Batasuna, Jon Idigoras amante de las de toros abundantes corridas) con el camionero al que le hurtan el camión o fergoneta, a ese buen hombre, o a los que atan y se llevan su coche, pero les dejan la pasta por si las moscas, vamos, que tenían honor, terroristas de guante blanco, no como los que vinieron después, simples destripaterrones.
Y como corolario, la absurda muerte del anarcocatalán Montllor, siempre tan majo y trágico, y la huida en barco al otro lado.
Y tantas caras conocidas, Angulo, Blasco, Barea, Montesinos, Pardo, Cervino...
Me recordó a El pico, vascos, los ochenta, delincuencia, esta sería la otra cara, la primera división del crimen, el prestigio, aquella era la tercera regional, el submundo, la marginalidad, el lumpemproletariado, bravo.
Y lo contrario, la elegancia de los etarras (eran los polimils, o eso parece, políticos militares, no los exclusivamente militares, una facción dentro de la banda se entiende que más civilizada y leída, más intelectual y menos agresiva, aunque compartieran en ese momento la mayoría de fines y medios con los otros más cavernícolas, Euskadiko Ezkerra, los Onaindia y cía, versus Herri Batasuna, Jon Idigoras amante de las de toros abundantes corridas) con el camionero al que le hurtan el camión o fergoneta, a ese buen hombre, o a los que atan y se llevan su coche, pero les dejan la pasta por si las moscas, vamos, que tenían honor, terroristas de guante blanco, no como los que vinieron después, simples destripaterrones.
Y como corolario, la absurda muerte del anarcocatalán Montllor, siempre tan majo y trágico, y la huida en barco al otro lado.
Y tantas caras conocidas, Angulo, Blasco, Barea, Montesinos, Pardo, Cervino...
Me recordó a El pico, vascos, los ochenta, delincuencia, esta sería la otra cara, la primera división del crimen, el prestigio, aquella era la tercera regional, el submundo, la marginalidad, el lumpemproletariado, bravo.