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Voto de Ferdydurke:
6
7,0
4.542
Drama
Coco ha trabajado toda su vida en una estación de servicio, pero cuando ésta se vende, se queda sin trabajo. Desocupado y sin muchas expectativas, sobrevive intentando vender cuchillos artesanales que él mismo fabrica. Un excelente perro dogo de pura raza acabará convirtiéndose no sólo en su amigo, sino en la única esperanza de una vida mejor... (FILMAFFINITY)
30 de agosto de 2022
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un Robert De Niro de la Patagonia, en crisis, tras perder el trabajo, vendiendo cuchillos.
El alma, de la fiesta, está en los detalles (aquí cuando se habla de los papeles de un perro, se ven o muestran esos documentos, no se habla por hablar, por ejemplo) y esta película está llena de ellos, de hecho, es ella misma entera y verdadera un gran hermoso detalle (quizás flojea un poco a eso de la mitad, cuando se pone más estrictamente perra o perrera).
En las películas de Sorín siempre parece que vaya a pasar algo, generalmente malo, estamos en un ay, y nunca pasa nada, a dios gracias (estamos tan malacostumbrados sodomizados jodidos maleducados por el cine yanqui americano y todo el infinito resto de malos imitadores que eso nos sorprende o hasta decepciona, no cumple o sacia nuestras estragadas expectativas, que no haya golpe de efecto, hecatombe, tragedia, golpiza, sexo culpable pericoloso o sentimental amoroso, un desierto). Lo mismo que este personaje que (casi, con el perro lo tiene más claro, que lo quiere, lo necesita) nunca decide nada, se deja llevar por las circunstancias, solo reacciona a lo que los demás hacen o dicen, casi como un robotito.
Tiene su guasa y la mirada habitual ajustada que se adecúa a la de este hombre tan estupendo y sin atributos, visión del mundo entre desconcertada, bondadosa y absurda, inocente y perpleja, estupor y temblores, lo contrario del encantador chanta/chorro donado gordo. El yin y el yan, Abbot y Costello, el orondo y el otro, es muy agradecido, todo.
El alma, de la fiesta, está en los detalles (aquí cuando se habla de los papeles de un perro, se ven o muestran esos documentos, no se habla por hablar, por ejemplo) y esta película está llena de ellos, de hecho, es ella misma entera y verdadera un gran hermoso detalle (quizás flojea un poco a eso de la mitad, cuando se pone más estrictamente perra o perrera).
En las películas de Sorín siempre parece que vaya a pasar algo, generalmente malo, estamos en un ay, y nunca pasa nada, a dios gracias (estamos tan malacostumbrados sodomizados jodidos maleducados por el cine yanqui americano y todo el infinito resto de malos imitadores que eso nos sorprende o hasta decepciona, no cumple o sacia nuestras estragadas expectativas, que no haya golpe de efecto, hecatombe, tragedia, golpiza, sexo culpable pericoloso o sentimental amoroso, un desierto). Lo mismo que este personaje que (casi, con el perro lo tiene más claro, que lo quiere, lo necesita) nunca decide nada, se deja llevar por las circunstancias, solo reacciona a lo que los demás hacen o dicen, casi como un robotito.
Tiene su guasa y la mirada habitual ajustada que se adecúa a la de este hombre tan estupendo y sin atributos, visión del mundo entre desconcertada, bondadosa y absurda, inocente y perpleja, estupor y temblores, lo contrario del encantador chanta/chorro donado gordo. El yin y el yan, Abbot y Costello, el orondo y el otro, es muy agradecido, todo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La tensión sexual no resuelta estalla/explota. Pobre. No daba la talla. No era apto. Hasta los canes se han acojonado al ver a los humanos machos tan capitidisminuidos haciendo el ridículo, haz lo que vieres. Pero ahora ya es un perro hecho y derecho. Se ha liberado.
La mejor parte está en las piadosas mentirijillas de un hombre tan íntegro y sincero, cuando se las da de criador y expositor nada menos, ese adorno, gran pringado. Y la libanesa mora argentina que canta por fonética, perfecta. Y la viuda y su hija y los autoestopistas que rematan la faena. Todos los personajes que aparecen un instante o un pequeño rato como cometas fugaces. Y el paisaje, desolado, claro.
Buen cine.
La mejor parte está en las piadosas mentirijillas de un hombre tan íntegro y sincero, cuando se las da de criador y expositor nada menos, ese adorno, gran pringado. Y la libanesa mora argentina que canta por fonética, perfecta. Y la viuda y su hija y los autoestopistas que rematan la faena. Todos los personajes que aparecen un instante o un pequeño rato como cometas fugaces. Y el paisaje, desolado, claro.
Buen cine.