Hemos degollado muchedumbres. Las invasiones bárbaras. La montaña sagrada. Aquí el tiempo se convierte en espacio. El cáliz. Simple Man. En busca de Klingsor o Los últimos veranos de Klingsor. El anillo de los Nibelungos. De los nombres de Cristo.
Aventura iniciática.
Interesante alegoría, plúmbea pero hermosa, estudio metafórico o ensayo lírico sobre la decadencia o degradación imparable de Occidente desde los albores del tiempo hasta hace tan poco; o de cómo los mitos paganos se transformaron en la religión cristiana, pasamos de la sana exaltación de los instintos, de la buena barbarie, el gozoso sexo y la sangre de amor correspondida y muy derramada, a la negación aberrante de los mismos, al cutre pacifismo, la repulsiva hipocresía y la nefanda castidad, de la fuerza a la debilidad, de la salud a la enfermedad, de la verdad a la falsedad, de la guerra como ciencia y prueba a la paz como grotesca farsa, en definitiva, del bien al mal, lo perdimos todo por el camino, de la juerga extrema a la meliflua y lamentable siesta, de los griegos, por ejemplo, a tanto penoso y reprimido pelma, de la celebración de la vida a tumba abierta y, con ella, la afirmación de todo lo dado, al miedo y la propagación de la muerte como temerosa ideología de necios, del individuo libre a las mansas masas, en fin, esta película es la historia de una gran tragedia, concretamente la nuestra, el correr de tantos siglos tirado al contenedor de la basura, o del progreso, ese apoteósico fenómeno, como una forma chusca de nombrar el apocalipsis más cursi, timorato y vencido, el que nos ocupa con tanta saña blanda.
Relamida, delicada, solemne, estirada, bella, repipi, elegante, arcaizante, poderosa, sincrética, tonta, pueril, enajenada, cristalina, extática, plácida.
De los caballeros del santo grial a los sacerdotes del templo, de Arturo a Jesús, de a mí Sabino que los arrollo a pon la otra mejilla que ahora mismo voy con otro manojo de hostias, todas seguidas, para que aprendas un poco, del Norte guerrero al Sur mañero.