Sakura o el caballito o el futurismo, del mono al hombre y del animal a la máquina como método de transporte, la evolución de la especie y la técnica en espagueti western, no te acuestes sin algo nuevo aprender, majete, amiguete.
Se ve que hay dos versiones disponibles, sin prólogo (ese que aquí comentan con todo lujo de detalle los colegas lleno de referencias/homenajes cinéfilos al género) y con prólogo. Bueno, pues en la versión que emite TVE (en la 2), siempre lo mejor de lo mejor, de las esencias el tarro, se lo saltan a la torera, ¿la razón? Vaya usted a saber, vaya con Dios, hermano, motivos y doctores tiene la Iglesia, los caminos del señor son inescrutables, el corazón tiene razones que la razón no entiende y la razón de la sinrazón que a mi razón se hace de tal manera mi razón enflaquece que con razón me quejo de la vuestra fermosura.
A lo que hay que añadir o sumar, misterios del cine y de la ciencia, que el título que aquí aparece en la ficha en italiano, Il bianco, il giallo, il nero, y que es igual en la versión española, El blanco, el amarillo y el negro, traducida, en cambio no coincide con el que vemos, Samurai, en la misma película, de donde, se supone, mana la fonte y corre, aunque es de noche, todo, motor inmóvil, causa primera, tira de la cadena.
Así estamos, cazando moscas, llenos de acertijos y escrofulosos escrupulosos escrutinios, rendidos, rodeados de encrucijadas, ahítos de desconocimientos, superados por la ignorancia y la desidia, cogollitos.
Pero más allá de estas intrincadas sutilezas eruditas propias de almas pejigueras y encalladas, de mi prólogo sobre el prólogo que a veces es y otras, por el contrario, no es, sí, el gato de Chesire y de Schrödinger, simultáneamente, la física y la película, es una obra sobre el tedio, una de las formas humanas más perfectas de experimentar la muerte y/o la nada, a través, en este pintiparado caso, de dos horas de chistes de esos increíblemente malos a propósito, cutres, tontos, subnormales, zarrapastrosos, caca culo pedo pis parchís, de los que su (im)posible gracia depende o tiene correlación o es proporcional a que justo no la tenga, ninguna, a que equivalga a una tortura, un escarmiento, una venganza, de esas bromas que te quitan las ganas de vivir, pero, como todo lo malo o espantoso horroroso, una vez superado, a ver si hay huevos, puede suponer el definitivo acccesis, el éxtasis, el nirvana, el cielo, el clímax, se trata de aguantar/aceptar/asumir, de pasar la prueba, de saber soportar el dolor hasta límites insospechados, hasta llegar al máximo umbral y cruzar el Rubicón o, como decía el otro, uno que sabía mucho (y de aquello) de todo esto:
Resulta que el éxtasis -un placer sentido segundo a segundo y acompañado de gratitud por el don de estar vivo y de ser consciente- se encuentra al otro lado del aburrimiento absolutamente ideal. Presta atención a la cosa más tediosa que puedas encontrar (las declaraciones de la renta, el golf retransmitido por televisión) y un aburrimiento como no hayas visto nunca se te echará encima en oleadas y a punto estará de matarte. Si consigues capear esas olas, será como si pasaras del blanco y negro al color. Como encontrar agua después de pasar varios días en el desierto. Un éxtasis constante en todos y cada uno de tus átomos.