Demasiado tarde. Velas, platos, vino. La calamidad y el alboroto. Doscientos ochenta y cuatro. Japón.
Chejov. Bergman. Haneke. Fassbinder. Strindberg. Masacre: Ven y mira, Antonioni, Lynch, Jarman, Visconti, El inocente.
Adoración de los magos (María y el pequeñín). Al principio fue la palabra y por qué no el silencio. Él es un hombre verboso y rumboso, cumple lo que promete, pero faltó el chaval que no habla como Gandhi una vez a la semana que se salvó de la quema.
Sacrificio pagano primitivo supersticioso o religioso, a los dioses antiguos o a Dios mismo, languidece lo humano al separarse desprenderse de lo natural, triunfo del progreso técnico ciego, del pecado, de lo innecesario, de lo banal y superfluo, reaccionario bueno, el eterno retorno.
Si riegas el árbol estéril todos los días, se dice en la parábola del principio, al final dará frutos, es el futuro, Tarkovsky se sacrifica por su hijo, da su vida por literalmente el cine, confianza y esperanza.
Hemos violentado el huerto de Dios, la naturaleza, todo es artificial y pecaminoso, la destrucción total, el apocalipsis a la vuelta de la esquina.
Lo mágico, la historia del cartero, y lo sagrado se confunden en la belleza de la tierra, claroscuro.
Trascendencia, misterio, lo sobrenatural y lo humano se dan la mano.
Hermosa visualmente, rimas de temas y sonidos que van y vienen, maravillosa elegancia de la cámara.
Planos largos y al final más cercanos, vuelve, tras la noche más oscura, la posibilidad de salvación, la fe en lo que viene, la perpetuación de la especie.
Ricardo III y Mishkin. Piero della Francesca y Leonardo. Bach.
Destruir la casa, humana. Crear el árbol, naturaleza.