Como comedia costumbrista, tiene sus gracias y la Ponte está magnífica. Pero no pasa de pueril, cercana y entrañable.
Como crónica negra, es poca cosa; desangelada, simplona y demasiado explicada (tarde y mal).
En su conjunto, no es la gran maravilla, ni mucho menos esa pretendida obra mayor de nuestro cine. Tiene interés y se ve bien. Así es. Y basta. Y sobra. El resto son ganas de piropear sin motivo, como a cursi relamida o a moza malosa; arte gastado de músicos sin alma, más bien cargantes en su ñoñez de trepas de medio pelo.
Lujuria y avaricia. También estulticia, mucha, y garrulería.
Retrato de un tiempo y un pueblo. Crítica dulce, liviana a pesar de todo; cachondeo inclemente pero piadoso sobre los usos y modos de esas buenas gentes perdidas en un pasado estancado y agonizante.
La pura trama criminal está cogida por los pelos y hace agua a mayores; detenida en nimiedades de sustos para niños y acelerada y superficialmente contada cuando había que hincarle el diente.
Una película que junta sucesos, tonos, personajes, sentimientos y otros elementos sin un criterio muy claro, como al aire, todo improvisado y sumado a la buena de dios para a última hora tratar de darle un sentido que viene precipitado, muy poco creíble y demasiado masticado.
Las vi mejores, la gran mayoría que no son directamente malas.