Manierismo autoconsciente, pedante y bastante vacuo que trata de adornarse y escurrir el bulto de su superficialidad envarada con la siempre resultona coartada del humor absurdo y la pose posmoderna. O no digas nada pero aparenta algo, lo que sea, que ya los demás se esforzarán en poner el resto.
Fino equilibrio que aquí actúa como narcótico para tumbar elefantes y aburre, por momentos, crecientes, invasivos y espeluznantes en su banalidad engolada, a morir. No hay café que nos despierte ni cigarro que nos pervierta.
Conversaciones a dos o, a lo sumo, a tres que son relajo y disputa, pulla y compadreo, asombro y juego. Celebrar la vida en sus tiempos muertos, los, seguramente, más reales.
Metaficción, guiños, actores y cantantes que "se ríen" de sí mismos. Todo muy meloso y almibarado, mucho mamoneo y risa guay. Encantados de haberse conocido y gracias por haber venido.
Un ensimismado y autocomplaciente ejercicio de nadería que, esta vez no, Jim, amigo mío, te pasaste, lo podemos perdonar por pelma y soporífero, tan inofensivo y relamido.
No hay Tesla que lo invente ni Mahler que lo componga.
Vale.