Devórame otra vez. Si fuera sangre, viviría en tu corazón. Me quedo contigo. La faja. (Por) España. El soldado asustado. Bailar en la oscuridad.
Por supuesto que es necesaria, de hecho, se tendría que hacer una versión simultáneamente en cada país del mundo (en España en cada comunidad, pedanía o calle concejalía, más es más), en cada idioma o dialecto (esperanto o swahili, tienen derecho/s), todas ellas dirigidas por el mismo Sebastián Lelio para solaz y disfrute de, por ejemplo, este que aquí escribe, la menda lerenda.
Es como una película de Neil LaBute (el primero) llena de mala baba y retranca (Haneke, Solondz) pero con la suficiente, para compensar, luz en la oscuridad, descansa mi corazón de me(ga)l(od)ón, piedad y dulzura mirada, no hace demasiada sangre, solo la justa e importante.
Como aquella de Richard Brooks y creo que Diane Keaton, Buscando al Sr. Goodbar, hacer drama o melodrama incluso tragedia más o menos aguada de una vida común y corriente, de la de andar por casa en piyama, de la situación de tantas mujeres que en el mundo son y han sido y que no tienen ni un perro (a lo sumo un gato sin pelo, marciano) que les ladre y ven en lontananza aparecer atisbar la mortaja, la guadaña, la calavera, mortal y gris y oscura, que amenaza con tanta destemplanza, el tiempo pasa, acelera, vuela que se las pela, con desvergüenza bailando el twist o la yenka.
Hacer de lo banal un himno una historia muy bien llevada, graciosa sarcástica, comedia de costumbres, triste, desoladora, muy sabia gozosa.
Ella es fabulosa y él tampoco es manco, el repertorio pop ayuda acompaña lo suyo y tiene un montón de escenas jugosas sustanciosas hechas con educación y gusto (esquinado cómico pavoroso), a la no tan antigua usanza, con el adecuado espesor (moral) y dolor (de vivir con palangana parangón). Bien.
La familia de él es como recién salida del horno del mundo creativo, afinidades electivas, del tito Eastwood, un puto infierno una jodida pesadilla, como de Alexander Payne también.
La de ella poco más o menos, dan el más pego, sepulcro blanqueado, como la de aquel francés escritor, Buenos principios (malos finales).
No es la gran maravilla, la muralla china, el juego de los abalorios, la caraba, albricias, pero gusta sobre todo porque de estas ya apenas se hacen huelen, estamos a otras cosas, a la pura propaganda y el escapismo todo unido o junto.