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Rusia Rusia · Stalingrado
Voto de Ferdydurke:
6
Drama En el año 1944, durante el horror del campo de concentración de Auschwitz, un prisionero judío húngaro llamado Saul, miembro de los 'Sonderkommando' -encargados de quemar los cadáveres de los prisioneros gaseados nada más llegar al campo y limpiar las cámaras de gas-, encuentra cierta supervivencia moral tratando de salvar de los hornos crematorios el cuerpo de un niño que toma como su hijo. (FILMAFFINITY)
16 de enero de 2016
22 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con un argumento similar al de "La zona gris", apreciable película, pero en este caso centrado exclusivamente en las andanzas del iluminado protagonista, su mayor novedad y mérito radica, sin duda, en la opción formal elegida, esa cámara en la cara, y en la espalda, de Saúl, todo el rato, más de cien minutos siguiéndole como si de un documental en tiempo real se tratara.
El efecto que se consigue es poderoso; que lo que sucede, el infierno mismo, no salga en primer plano, que solo sea el marco o contexto, todo lo que rodea a Saúl. Así el espanto es más impactante e impresionante, por creíble, por la sensación de realidad y de cercanía que produce, de posible identificación; al huir del sensacionalismo obvio se gana más en verdad/autenticidad.
El asunto sería sencillo: hombre acogotado por el horror pierde la razón y busca un sentido, una señal, un clavo ardiendo, algo a lo que agarrarse desesperadamente para así trata de transformar la crudeza claustrofóbica, agónica, en esperanza y evasión, un modo de sublimar y trascender una situación inasumible, insoportable.
En el niño que no muere, como debería/sería lo normal, cree ver un símbolo religioso, algo que le obliga, que le llama, un mandato moral, una misión redentora y luminosa que le salva y aísla de la miseria abominable que le ahoga.
En un lugar en el que la posible existencia de Dios, o cualquier tipo de finalidad, quedó salvaje, constantemente humillada y negada, tratar de imponer, restituir esa usurpación evidente y terrorífica a la fuerza, mediante una aventura visionaria y enferma, provoca que la odisea de Saúl sume, si eso fuera posible, delirio y disparate a unos hechos ya de por sí aberrantes en todos los aspectos. Una locura que sirve de espejo deformante, lúcido en su distorsión, exacto por acumulación estrepitosa de unos sucesos inaceptables desde cualquier punto de vista, ya sea una premisa humanista, juiciosa o solidaria.
Su actitud pone de manifiesto el absurdo esencial, lo eleva a la máxima potencia, sería el empeño enloquecido por ordenar el caos y el horror, por ritualizar a través de la religión y la sepultura sagrada un lugar en el que lo humano y sus afanes fueron destruidos y no quedó ni rastro, un reflejo monstruoso y grotesco de la eterna lucha del hombre por racionalizar, iluminar y buscar absolutos donde solo halla falta de asideros, crueldad y banalidad; el choque inextinguible entre el ansia de unidad y claridad con(tra) el puro azar frío, tan grosero y gratuito; Sísifo subiendo y bajando la montaña una y otra vez con la roca a cuestas, hasta el fin de los tiempos.
O, desde un punto de vista más materialista, supondría el reconocimiento de su hijo, o un trasunto, o alguien parecido, o un recuerdo o un anhelo, simplemente.*
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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