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Voto de Ferdydurke:
4
6,4
12.169
Comedia. Drama
Christian, mánager de un museo de arte contemporáneo, se encarga de una exhibición titulada "The Square" en la que hay una instalación que fomenta valores humanos y altruistas. Un día le roban el móvil y la cartera en plena calle, incidente que causará más consecuencias de las esperadas.
11 de noviembre de 2017
9 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un 7-Eleven es el centro neurálgico de las operaciones marginales/comerciales del desnortado y atontado protagonista (¿álter ego del director?). Y con ello no puedo, lo siento, con el corazón, que con el alma no puedo, evitar recordar un equipo ciclista de los USA que allí o mejor allá por los años ochenta tenía un cartel de lujo. En concreto me levanto y aplaudo por Raúl Alcalá y Andy Hampsteen (son los que ahora recuerdo). El primero fue un cometa fugaz (en el ochenta y nueve voló en una contrarreloj y poco después casi desapareció). El segundo, un sólido corredor de gestas incontables, aunque sin llamar demasiado la atención ni alzar la voz (nombro la mítica etapa del Gavia y todos a callar -ni los tercios de Flandes hubieran soportado aquel día de frío glacial y tanta adversidad en tierras italianas con Breukink, el fino holandés, de por medio). Fue, quizás, la otra cara del más destacado y espectacular Greg LeMond. Y ambos, los padres del tiburón felón Lance Armstrong. En mis entrañas están muchas de esas etapas. Son ya parte de mi sangre. Un hurra por ellos.
El absurdo no se puede contar a través de más absurdo. Eso es un error de novato. Solo supone flojera, fofas situaciones, ridículos resultados. Es justo al contrario. Debe ser tratado con exquisito y feroz rigor cirujano, desmenuzado minuciosamente, expurgado y calificado con denuedo, hasta que no quede nada de dispersión o consuelo. Es el único modo. Es lo mismo que pasa a la hora de escribir. Lo contrario de lo que se piensa, me refiero a que requiere, la escritura, si es buena de veras, y salvaje y a contracorriente y virulenta y revulsiva y lasciva, exige un autor espartano, de clausura, un monje claretiano que no gaste ni un gramo de fuerza en tontas distracciones, en vicios menores. Lo cual no ciñe su vida los trescientos sesenta y cinco días de año, también caben, toda virtud demanda sus numerosas excepciones, escapadas, huidas a lo oscuro, severas depresiones, decadencias morrocotudas, saborear el túnel, perderte y destruirte para poder volver más fuerte y sabio y nuevo.
En la sala de proyecciones en la que este humilde escribidor estaba, también se encontraba una buena mujer de risa generosa, exuberante, sin prejuicios ni vergüenza la exhibía, su constante alegría, a todo el que quería. Y eso me hizo darme cuenta de una cosa que ya había olvidado: el continente hace el contenido, el contexto crea la obra, las carcajadas de la buena señora provocaron en mí, por imitación y contagio y descubrimiento, también cierta gracia, logré entender el humor soterrado, escondido pero muy evidente, que se me había quedado desvaído, desangelado y un poco como desapercibido en esta obra o coso, sueco.
Nada tienen que ver estos tres párrafos consecutivos. Lo sé. ¿Importa?
El absurdo no se puede contar a través de más absurdo. Eso es un error de novato. Solo supone flojera, fofas situaciones, ridículos resultados. Es justo al contrario. Debe ser tratado con exquisito y feroz rigor cirujano, desmenuzado minuciosamente, expurgado y calificado con denuedo, hasta que no quede nada de dispersión o consuelo. Es el único modo. Es lo mismo que pasa a la hora de escribir. Lo contrario de lo que se piensa, me refiero a que requiere, la escritura, si es buena de veras, y salvaje y a contracorriente y virulenta y revulsiva y lasciva, exige un autor espartano, de clausura, un monje claretiano que no gaste ni un gramo de fuerza en tontas distracciones, en vicios menores. Lo cual no ciñe su vida los trescientos sesenta y cinco días de año, también caben, toda virtud demanda sus numerosas excepciones, escapadas, huidas a lo oscuro, severas depresiones, decadencias morrocotudas, saborear el túnel, perderte y destruirte para poder volver más fuerte y sabio y nuevo.
En la sala de proyecciones en la que este humilde escribidor estaba, también se encontraba una buena mujer de risa generosa, exuberante, sin prejuicios ni vergüenza la exhibía, su constante alegría, a todo el que quería. Y eso me hizo darme cuenta de una cosa que ya había olvidado: el continente hace el contenido, el contexto crea la obra, las carcajadas de la buena señora provocaron en mí, por imitación y contagio y descubrimiento, también cierta gracia, logré entender el humor soterrado, escondido pero muy evidente, que se me había quedado desvaído, desangelado y un poco como desapercibido en esta obra o coso, sueco.
Nada tienen que ver estos tres párrafos consecutivos. Lo sé. ¿Importa?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Esta larga película tiene muchos meandros y pocos desarrollos (es lo que pedimos los espectadores vulgares). Toca muchos palos, actuales, refulgentes, indudables. Podría contar unos cuantos: nos domina una casta nueva, una generación emergente, una pandilla de descerebrados que invade internet y que nos coloniza con vídeos disparatados, lobotomizados. Bien. Primer punto. Vayamos con el segundo. El Arte moderno, esto ya es otro tópico consabido, es una memez y un timo, hecho por zoquetes y dirigido por y para cenutrios, valga la redundancia zangolotina. Ahora el tercero. Vivimos en un mundo desproporcionado, histérico, contrahecho: a más llevarse las manos a la cabeza por todo, a más colectivos, como plaga de langosta, vulnerables y siempre ofendidos y quejosos y tan activos, mayor frialdad, pasotismo y desinterés de la mayoría de le gente. A más denuncias y rasgarse las vestiduras, mayor cinismo, desvergüenza, hipocresía y caradura por parte de los que montan las exposiciones sin exposición y dirigen el cotarro acatarrado. ¿Son vasos comunicantes las tantas reclamaciones de las mil asociaciones (¿subvencionadas?) y los enchufes, el dinero, los altos mandos, los discursos políticos, los gerifaltes del arte y demás mequetrefes que tienen las manos y los bolsillos por qué no decirlos llenos, el alma vacía y el cerebro hueco? No diría (yo) que no. ¿Son los amos del mundo estos tahúres de medio pelo o nada más que simples capataces, esbirros del poder que marean a la gente, todos bufones, emisarios del mal o montón de mierda indistinguible? Va a ser que sí.
El caso es que parece seguro que triunfa, estamos inmersos como cabestros en una nueva, mayúscula y omnímoda censura. No tan evidente como ha habido otras, pero igual de grotesca, puritana e ideológica. Lo triste es que casi todo lo que hemos planteado, en esta película atisbado, se le puede atribuir a la misma obra, la cual peca de cobardía, dar mil rodeos para nada (a los espectadores simples nos gustan las concreciones), callar casi todo (que nos lo den todo masticado pedimos irritados) y de cubrirse con mil máscaras bobas que ocultan lo más gordo. El director nos ha ofrecido un bosquejo amorfo, no se ha atrevido, o no ha sido capaz de llegar al verdadero meollo. Por lo tanto, es más síntoma que análisis, más enfermedad que diagnóstico.
Una/otra más gran oportunidad perdida. Una enorme decepción. Llanto por un arte en mal estado, banal, timorato, cagón y asustado.
Dos actores de series inolvidables: la Moss de "Mad Men", el West de "The Wire", y dos escenas de entre tanta morralla (de la historia del simpático chaval y su queja en la escalera... ); la del preservativo sospechoso de mala praxis y la del simio humano de comportamiento tan susceptible. Están bien, pero saben a poco, a filfa finalmente, como todo lo demás.
Vale.
El caso es que parece seguro que triunfa, estamos inmersos como cabestros en una nueva, mayúscula y omnímoda censura. No tan evidente como ha habido otras, pero igual de grotesca, puritana e ideológica. Lo triste es que casi todo lo que hemos planteado, en esta película atisbado, se le puede atribuir a la misma obra, la cual peca de cobardía, dar mil rodeos para nada (a los espectadores simples nos gustan las concreciones), callar casi todo (que nos lo den todo masticado pedimos irritados) y de cubrirse con mil máscaras bobas que ocultan lo más gordo. El director nos ha ofrecido un bosquejo amorfo, no se ha atrevido, o no ha sido capaz de llegar al verdadero meollo. Por lo tanto, es más síntoma que análisis, más enfermedad que diagnóstico.
Una/otra más gran oportunidad perdida. Una enorme decepción. Llanto por un arte en mal estado, banal, timorato, cagón y asustado.
Dos actores de series inolvidables: la Moss de "Mad Men", el West de "The Wire", y dos escenas de entre tanta morralla (de la historia del simpático chaval y su queja en la escalera... ); la del preservativo sospechoso de mala praxis y la del simio humano de comportamiento tan susceptible. Están bien, pero saben a poco, a filfa finalmente, como todo lo demás.
Vale.