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Voto de Ferdydurke:
3
6,1
2.274
Drama
El joven Allie vaga por Nueva York. Allí en Manhattan encuentra a varios personajes que no se encuentran a sí mismos, ambientes fuera de todo pronóstico y situaciones que, de puro imposibles, parecen las más reales conforman la existencia de esta turista vital, fan de Charlie Parker, que se siente como si viviera en unas vacaciones permanentes. (FILMAFFINITY)
14 de noviembre de 2016
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El extranjero de Camus, el paseante solitario de Rousseau, el flaneur de Baudelaire, el Maldoror de Ducasse, todos reunidos/resumidos en uno solo y recorriendo las calles de un Nueva York desolado y casi vacío, en ruinas, como tras guerra cruenta y bombardeo esmerado, charlando con todo el mundo*, la verdad está en los resquicios o huecos, entre los fracasados, flores en el estercolero de la civilización.
El bohemio, el diletante, el que baila y observa, el alquimista de la nada, el que apura la vida hasta las últimas heces o consecuencias, sin miedo a la soledad esencial y universal, el que rechaza las convenciones y la comodidad, hombre de ninguna parte y de todas, viajero impenitente, apátrida, buscador, conocedor y merodeador, el que vive el momento, en un eterno presente resplandeciente, pura fugacidad, romántico, transgresor y bandido.
Estilo frío y muy cool. Vaciado de contenido y de vida, metálico y hierático. Estamos en Marte. O en el espacio exterior. El jazz y una glacial banda sonora nos acompañan. Somos existencialistas y vitalistas. Amamos la vida en su absurdo, quimera y riqueza. Nos movemos por los bajos fondos y los andurriales. Queremos a los parias de la tierra. Somos nadie, la negación del sistema, el tornillo perdido. Libertad y encanto.
Es Jarmusch. Fino estilista, pedante y con mucha pose. Tiene gracia este viaje al fin de la locura y la esperanza. Pero cuesta verlo. Casi nada se sostiene más allá de sus primorosas intenciones, sus fervores literarios y su tono medio alucinado. No logra insuflarle arte ni sentido, es suma de ideas sin alma, ejercicio simpático pero muy soporífero. Onírico y vacío.
Vale poco, cree mucho.
El bohemio, el diletante, el que baila y observa, el alquimista de la nada, el que apura la vida hasta las últimas heces o consecuencias, sin miedo a la soledad esencial y universal, el que rechaza las convenciones y la comodidad, hombre de ninguna parte y de todas, viajero impenitente, apátrida, buscador, conocedor y merodeador, el que vive el momento, en un eterno presente resplandeciente, pura fugacidad, romántico, transgresor y bandido.
Estilo frío y muy cool. Vaciado de contenido y de vida, metálico y hierático. Estamos en Marte. O en el espacio exterior. El jazz y una glacial banda sonora nos acompañan. Somos existencialistas y vitalistas. Amamos la vida en su absurdo, quimera y riqueza. Nos movemos por los bajos fondos y los andurriales. Queremos a los parias de la tierra. Somos nadie, la negación del sistema, el tornillo perdido. Libertad y encanto.
Es Jarmusch. Fino estilista, pedante y con mucha pose. Tiene gracia este viaje al fin de la locura y la esperanza. Pero cuesta verlo. Casi nada se sostiene más allá de sus primorosas intenciones, sus fervores literarios y su tono medio alucinado. No logra insuflarle arte ni sentido, es suma de ideas sin alma, ejercicio simpático pero muy soporífero. Onírico y vacío.
Vale poco, cree mucho.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
*... con su/una chica, un veterano del Vietnam, una madre loca, un saxofonista, una latina de cielito lindo, un negro que le cuenta el efecto doppler (buena historia)...
Es, ya puestos a nombrar franceses de relumbre y mucho adorno, que no quede ni falte, Rimbaud saliendo de su tierra, viajando por Europa, hacia el África negra, son todos los americanos perdidos que se fueron a París en busca del sueño del artista moderno, ese que antes que una obra con fundamento debe pergeñar primero, antes que nada, una leyenda, un pequeño mito, una imagen vendible y codificada, muy preferiblemente la del rebelde que se mueve en los márgenes blandos de la industria y el dinero sin mojarse ni quemarse del todo, equilibrista de alto copete y gran habilidad, nadar y la ropa guardar.
Es, ya puestos a nombrar franceses de relumbre y mucho adorno, que no quede ni falte, Rimbaud saliendo de su tierra, viajando por Europa, hacia el África negra, son todos los americanos perdidos que se fueron a París en busca del sueño del artista moderno, ese que antes que una obra con fundamento debe pergeñar primero, antes que nada, una leyenda, un pequeño mito, una imagen vendible y codificada, muy preferiblemente la del rebelde que se mueve en los márgenes blandos de la industria y el dinero sin mojarse ni quemarse del todo, equilibrista de alto copete y gran habilidad, nadar y la ropa guardar.