Los sueños del muerto, que recrea la realidad, la transforma, todo el dolor, en su propia creación llena de ecos y referencias, la imaginación creadora a todo trapo, que da en belleza, como le dice ella.
Como lo que hizo "Stranger things", recrea todo un imaginario juvenil, convirtiéndolo en otra cosa, extraerle todo el jugo/zumo, devolver algo mejor, purificado, algo más adulto y alambicado.
El bien y el mal. La cerril profesora con el cantamañanas pederasta y el director atontado frente a la profesora de literatura y su novio el de ciencia. Tópicos y vulgaridades frente a talento y libertad.
Es un viaje iniciático. Es una historia de amor. Es la crónica desolada de un ser especial, aislado, raro, desarreglado, descolocado. Es un estudio sobre la realidad como amenaza, paranoia y enfermedad. Es un juguete cachondo y brillante. Es una película muy inteligente y divertida. Que crea una atmósfera y tiene un estilo propio.
Como Keyser Soze en "Sospechosos habituales", que utilizaba los elementos que tenía a su alrededor para contar su historia, pues este muerto muy vivo hace lo mismo.
En la frontera que separa la vida de la muerte crea esta historia.
Mil hurras por este hombre, Richard Kelly, que aquí dejó su testamento de talento, ya que lo que vino después fue tan escaso que casi se le ha olvidado. Quizás su recorrido posterior confirme la autoría, sinceridad y rareza de esta obra tan querible, abismal y poderosa.
Yo la amo, no tanto como la primera vez, pero la sigo queriendo, un amor otoñal, maduro, un reencuentro querido, gozoso, bueno, tierno, bravo.
Adiós hermanos. Adiós, muchachos.
Juego de espejos y rimas, la película es un enorme poema lleno de versos que se pegan. Greene, la casa quemada, el motor del avión, el conejo gigante, el pornógrafo...
Brilla en los diálogos y es valiente visualmente, arriesgada, potente, además de que utiliza hábilmente canciones adecuadas, que no paran de dejar pistas.