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Rusia Rusia · Stalingrado
Voto de Ferdydurke:
6
Drama Dinamarca, 1623. En plena caza de brujas, Absalom, un viejo sacerdote, promete a una mujer condenada a muerte que salvará a su hija Anne de la hoguera si la joven accede a casarse con él. Según la ley, las descendientes de las brujas también deben arder en una pira. Meret, la anciana madre de Absalom, desaprueba desde el principio el matrimonio. Cuando Martin, el hijo de Absalom, regresa a casa para conocer a su madrastra, se enamorará ... [+]
14 de octubre de 2021
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Brujas. La Hoguera (tiene qué sé yo que solo lo tiene la hoguera, dejadme, ay, que yo prefiera la hoguera, la hoguera, la hoguera). El manantial de la doncella.
Hombre viejo que se lía con mujer joven siempre está en fuera de juego, mastuerzo.
Las mujeres son brujas, me sacas de una duda, yo ahora mismo os lo demuestro, hechos.
Estas dos líneas argumentales se mezclan, cruzan y enredan con belleza (está preñada de planos preciosos y delicados, titilan de hermosura, de juego de luces y sombras, de planificación prodigiosa, cadencia regia que se desliza aladamente, ese perfeccionismo riguroso formal, qué duda cabe, lo que también marca el tono a sangre y fuego, rígido por extremo, la virtud es el mayor vicio, hierático, pictórico, perpetua orgía flamenca y romántica, moribundo, exangüe, mortecino, calvinista, fanático, inmaculado, casi como del maestro Dreyer) y puerilidad (no en los asuntos/trasuntos/claroscuros que aquí con tanto esmero y gracia se manejan, tratados/planteados, sino en la tosquedad subrayada psicológica con la que se desenvuelven los personajes, fantoches, marionetas, el enamoramiento, por ejemplo, tan anunciado y previsible, tan obvio y repentino, te quiero, me muero, tan poco elaborado, es una idea abstracta que no hace cuerpo y sangre en ellos, y así pasa u ocurre con los otros o demás conceptos/aspectos que sobrevuelan la historia a ojo de buen cubero, sin involucrarse de veras en los seres que supuestamente los representan, ellos van por una parte, el cielo seguramente, y los otros a su lado, a cierta distancia, en la tierra, entre los matorrales, casi como si no se conocieran o fueran demasiado tímidos como para intimar de verdad, abrazarse un poco, son ideas platónicas puras, poco o nada humanas, no cagan) en esta obra ascética y hermosa, simplona (acartonada y hierática, muñecos de trapo, muñecas de cera, pinocho y polichinela) y tétrica, blando, caricaturesco terror a espuertas.
Fatalismo y maldiciones y supersticiones se dan la mano con la furibunda religión protestante. Habrá sangre. Ambas asesinas. No hay salida. Tan perverso es el orden represor como terrible la acción transgresora, a los dos lados de la cama o el río, del espejo está el mismo infierno repleto de fuego prieto, el bien y el mal son sinónimos, hermanos gemelos, la policía y los ladrones comen en la misma mesa, beben de igual mano, la cabeza y el instinto, la razón y la carne, la línea recta y la curva que se tuerce de deseo malsano, el corazón y los pulmones del mismo cuerpo cansado, el ello y el superyo, dios y el demonio follan en cada esquina, en cada recodo del río, debajo de un manzano y de un almendro, en la barca y en la cocina, de pie y acostados, decúbito prono y supino, noche y día se abren y se penetran, esa posible gran alegría que llaga y llega.
El único personaje de una pieza, sabio, el que ve tras las apariencias, el que conoce el alma de todos, la racional, cabal, preclara y certera, admirable realmente, sin ninguna pega, es el de la santa vieja, qué hembra, poderosa, verdadera, sincera, lúcida, como un trozo de madera, un enorme leño que nos calienta en la noche más oscura, la simpática abuela/madre que todo lo parte y sabe, tanto conoce, epistemología, mucho puede, de humor soterrado rebosa, el resto apenas reptan, son débiles y miserables, hipócritas y dudosos, muy flojos, engañan, mienten, fingen, suspiran, gente yerma, creen que aman y se asustan, viven en el miedo y la ignorancia, acosados por espejismos y llenos de tanto estupor y temblores, menudo estropicio. Ella no, ella se los come vivos, cuando tú vas, yo ya he vuelto varias veces. Es la auténtica bruja buena mala de esta trama. El reverso de su antojo es la que padeció entre las llamas, otra de aúpa, hermanas separadas por las ominosas y cafres circunstancias, un verdugo y una víctima, papeles intercambiables, de según se mire, todo depende.
Los hombres sos manipulados por ellas, son tontos y cobardes, muy poca cosa, pálido reflejo de la esencia, sin apenas sustancia, lo femenino es el equivalente a la fuerza y las agallas en la sombra que más deslumbra, el cristal y el ardor, luz y oscuridad, control y poder, amor.
La pasamos bien a pesar de todo, de ese rigor mortis, nos enamoramos de la bruja guapa, no somos de piedra, inmunes al deleite, de sus ojos malos, de hecho, nosotros sí que la hubiéramos defendido hasta más allá de la muerte, a tumba abierta, por si acaso, no nos fiamos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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