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Voto de Ferdydurke:
6
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5,4
632
Drama
Mientras busca a su hermano desaparecido, Martín Alcorta conoce a una misteriosa mujer que decide seguirle y empezar una nueva vida con él. Al principio Martín se muestra un tanto reticente respecto a las intenciones de la chica, pero con el paso del tiempo confiará en ella, aunque no dejará de buscar a su hermano. (FILMAFFINITY)
27 de julio de 2016
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un hombre bueno (y lento, elogio de la lentitud), una mujer mala y una banda asesina. Además de un psiquiatra argentino (la duda ofende), muchos perros sin amo (metáfora bonita pero un poco obvia), una niña muerta y mucho dolor, a raudales y sin remedio. Más o menos.
El nudo gordiano de la violencia, del mal absoluto, radical, esencial. De cómo romperlo. Y no se puede. Se intenta, pero no hay maldita sea la puta manera. Una vez que comienza, no se sabe bien cuándo ni cómo, ya no acaba, nunca, su onda expansiva es demoledora e infinita, arrasa con todo*.
Obra oscura, teatral, reflexiva. Bastante solemne y ambiciosa. Casi no parece cine español, por el rigor, las ínfulas y los silencios. Nosotros somos más bullangueros y ruidosos, nos gusta la charanga y el gentío, el grito y tentetieso (o eso parece que dicen los expertos en idiosincrasias). De ahí que observas una película como esta con curiosidad al principio, asombro después y, en mi caso, regocijo finalmente. Así es, demasiadas soledades abismales y agujeros negros de desesperación; mucho personaje grandilocuente a la par que muy entretenido. Esa es la cosa, todos los protagonistas están esculpidos con arte de orfebrería, delineados y bien construidos, con el sano esmero del artesano que conoce bien el oficio de escribidor. Pero les falta vida, son demasiado arquetipos y poco personas, mucho más ideas que seres escindidos y contradictorios en su nimiedad. Es cierto que el bueno de Mario trata de darles meandros y recovecos, pero lo literario (mucha cita bonita) que llevan encima les pesa como una losa.
Todo está en su sitio; los actores, bien elegidos, la fotografía, cuidada, el guion, pretencioso e inteligente, en fin, se aprecian buen gusto, elegancia y educación. Ahora bien, el resultado final renquea, aturdido al ver cómo la aparatosidad de las intenciones convierte a sus criaturas en pequeños espantapájaros asustados y dolientes, más dignos de museo de cera, cementerio o esquela oficial que titubeantes y queribles personajes de ficción.
Me gustó pese a los muchos peros, dimes y diretes, las costuras, los dedos del marionetista y toda la vaina del artista.
El nudo gordiano de la violencia, del mal absoluto, radical, esencial. De cómo romperlo. Y no se puede. Se intenta, pero no hay maldita sea la puta manera. Una vez que comienza, no se sabe bien cuándo ni cómo, ya no acaba, nunca, su onda expansiva es demoledora e infinita, arrasa con todo*.
Obra oscura, teatral, reflexiva. Bastante solemne y ambiciosa. Casi no parece cine español, por el rigor, las ínfulas y los silencios. Nosotros somos más bullangueros y ruidosos, nos gusta la charanga y el gentío, el grito y tentetieso (o eso parece que dicen los expertos en idiosincrasias). De ahí que observas una película como esta con curiosidad al principio, asombro después y, en mi caso, regocijo finalmente. Así es, demasiadas soledades abismales y agujeros negros de desesperación; mucho personaje grandilocuente a la par que muy entretenido. Esa es la cosa, todos los protagonistas están esculpidos con arte de orfebrería, delineados y bien construidos, con el sano esmero del artesano que conoce bien el oficio de escribidor. Pero les falta vida, son demasiado arquetipos y poco personas, mucho más ideas que seres escindidos y contradictorios en su nimiedad. Es cierto que el bueno de Mario trata de darles meandros y recovecos, pero lo literario (mucha cita bonita) que llevan encima les pesa como una losa.
Todo está en su sitio; los actores, bien elegidos, la fotografía, cuidada, el guion, pretencioso e inteligente, en fin, se aprecian buen gusto, elegancia y educación. Ahora bien, el resultado final renquea, aturdido al ver cómo la aparatosidad de las intenciones convierte a sus criaturas en pequeños espantapájaros asustados y dolientes, más dignos de museo de cera, cementerio o esquela oficial que titubeantes y queribles personajes de ficción.
Me gustó pese a los muchos peros, dimes y diretes, las costuras, los dedos del marionetista y toda la vaina del artista.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
*Quizás su mirada sobre el tema, la barbarie, peque de, a pesar de lo bien armada que está, convencional, reducida a lo personal, olvidando cómo esta violencia puede, y suele ser, un arma del poder, no tanto obra de individuos con conciencia clara (o sin ella), sino más bien perpetrada por soldados ciegos y convencidos que suelen ser el final de una cadena de intereses que les excede y que, justo por ello, relativiza (en su sentir) sus abominables actos que se pierden en el anonimato de las grandes causas que supuestamente defienden y que ocultan el verdadero motivo de tanto horror y desafuero, es decir, la desaprensiva rapiña de esas jerarquías, dispuestas, en su lucha interesada y desalmada por concretar su dominio (o ganarlo, el poder siempre quiere más poder), a todo, a sacrificar las vidas humanas que haga falta (sea ETA, aquí aludida aunque no citada, o cualquier otra forma de espanto, sea una guerra mundial, un grupo mafioso o tanto monta, una gran nación democrática y sus élites económico-políticas depredando fieramente todo lo que se mueve a través de sus instrumentos de muerte, más allá de sus fronteras o en casa propia). Por lo tanto, el tratamiento en este caso es más romántico-individualista que analítico-estructural. Fallido y tópico en ultimo término, muy superficial y enfático. Más propio de cine negro con sus clichés, aunque aquí más estilizados y logrados de lo normal, que de ensayo cinematográfico sobre tan espinoso, y elusivo, asunto.