Tennessee Williams, Hubert Selby Junior, Arturo Ripstein, Gallo, Cassavetes, Taxi Driver, Reservoir Dogs, Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, Los lobos de Washington, Salvajes, Alonso de Santos, Quijano el bueno, café para todos.
Es teatro. Como de Mamet. O de Alfonso Sastre.
Me gusta todo, especialmente sus ojos de dibujos animados grandes como montañas o Dinamarca Groenlandia, su interpretación alucinante, hipnótica, cochambre, fascinante, maravillosa, absolutamente genial, el ritmo sincopado con el que habla o rapea, los millones de matices de sus expresiones o muletillas coletillas, campanudo, el aprovechamiento del cuerpo, la utilización patafísica de la voz, su entera esencia sustancia, portátil diosa, inimaginable, inasible.
Tiene una inmensa gracia, un tremendo sentido del humor todo el rato, sin descanso, del más bueno. Y la fotografía, la banda sonora de cuerdas, la luz, el lugar especial fabuloso, cómo está rodada, un gran goce disfrute audiovisual pleno, no para cualquiera, esa es otra, te atraganta(s).
Ahora bien, la historia no puede ser más idiota y el macguffin es uno de los más desastrosos de la historia universal que se recuerda, veamos o vayamos a ver, dan el golpe guapo, el pico, cogen el ascensor (para el cadalso), el del corazón del ángel, y en eso que llegan abajo (en un minuto) aparecen un millón de policías armados hasta los dientes y preparados para conquistar indochina por lo menos, driver, asalto al congreso, como si fueran a derrotar a un grupo terrorista, no hace falta decir cuál, los geos (o la sgae, no creo que la eso), velocidad de la luz, supersónicos (youth), telepáticos, telekinésicos, transbordadores, sabuesos de la noticia, periodistas que olfatean el peligro público número uno y dos, paparazzis haciendo guardia, ni aunque hubiesen vivido/okupado (es lo mismo, los huevos y las gallinas, españa es grande y libre, una, y también muchísimas, como policías, ancha es castilla, todo está permitido, somos rusos) con la saqueada en su propia casa, in situ, a pie de obra, hubieran llegado tan rápido y prestos, ese mismo trillón de policías que durante la hora y pico siguiente no son capaces de pillar, coger o impedir los atracos varios a cientos sin cuento que perpetran las susodichas, tanto montan, la amante lesbiana muy quijote quimérica inquilina y su amada dulcinea del toboso que pisa fuerte, pisa con garbo, morena, que un relicario me voy a hacer con el trocito de capote que haya pisado tan lindo pie, alicia en el país de las maravillas, white rabbit, el mago de oz, en un pueblo que debe tener unos pocos miles de habitantes y una extensión no demasiado llamativa o importante, en fin, lo que decimos, también en ese aspecto rebosa sentido del humor sin parangón, la (más) grande.
Y me gustan mucho, muchísimo, Alfredo Villa (ignorado tanto por las masas como por los gerifaltes, así nos va, nos lo merecemos), sobre todo, y Ion Gabella al que dios tenga en su gloria, esos diálogos entre ambos o con ella son pura gloria, maravilla bendecida, a bríos voto, órdago, vivo.
Jajaja qué película tan original, querida y bonica simpática, única rara (solo se parece realmente a salto al vacío, hijas del mismo buen dios, querido demiurgo, la señora dalloway cruzada copulando con el ulyses joyceano, haciendo guarrerías españolas, la caidita de roma, sodomizada, la puta de babilonia, puesta en órbita, y con la barbarie vasca troglodita fin de milenio para que nada falte en la sopa, marmitako, podrida (p)olla), qué chapuza tan bella bien hecha hermosa disfrutable mascota, qué chulo todo, qué portento proteico, lo digo siempre, Daniel Calparsoro, es o fue más bien, ya pasó, la última gran esperanza blanca del cine patrio, pitbull, red bull, raging bull, tiburón, prometeo, el fuego sagrado, le queremos, la perrera, vamos.