Una Uma Thurman joven y guapísima, poco antes de "Pulp Fiction", y un Andy García en el esplendor de sus días de vino y rosas como galancete pimpante y agente de la ley de armas tomar protagonizan estas dos horas (¿por qué?) con asesino felón y astuto como chacal navideño de fondo (no es para tanto, da más bien pena-risa, pero hay que vender el muñeco como sea), pobres víctimas descuartizadas (que si una mano comida por gusanos en Wyoming y una pierna troceada con arte filipino en Wisconsin) y policías mediocres para variar (se ve que hartos de repetir siempre los mismos tópicos, ya no ponen ningún interés los pobres -es que hay que ver lo mal que les trata el cine siempre, venga a hacer el primo y practicar la máxima degradación; que si alcohólicos, trastornados, puteros, traicioneros, corruptos, violentos... ). Todo este mejunje patidifuso aliñado con toda la pesca aristotélica (son muy cazurros pero cultos), sí, eso de la maldita introducción-nudo-clímax-desenlace, y el maniqueísmo de toda la vida de dios; más los inevitables sustos perrunos, el sexo llevadero, el descuido obligado y la persecución cochera que ya tocaba (siempre llama a la puerta la muy puñetera).
Comienza bien, sigue ahí, más o menos, se derrenga y acaba coronada, en el mayor de los ridículos precisamente; entre el coma profundo, lo periclitado y lo consabido; con un pequeño truco final que no despertaría ni al acomodador más carnavalero.