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Rusia Rusia · Stalingrado
Voto de Ferdydurke:
7
Drama Barrio madrileño de Maravillas. Eloísa es una abnegada esposa y madre eficiente, que vive con su marido, un guardia municipal más autoritario en casa que en la calle y al que a veces se le va la mano. Su hijo es un beato que salió del seminario poco antes de convertirse en sacerdote, y que se pasa la vida estudiando y rezando para expiar los pecados de su familia. Las hijas, dos hermanas, obsesionadas cada una a su manera por la ... [+]
19 de julio de 2015
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desaforado melodrama atrozmente explícito y deliberado. Casi un ejercicio de sadismo perpetrado sobre sus penosas criaturas.
"¿Qué fue de Babe Jane?" a la española (de hecho, se da la extraña casualidad de que las dos novelas, la de Farrell y Zunzunegui, en las que están basadas ambas películas, la de Aldrich y la de Gómez, son del mismo año, 1960; de ahí se podría deducir que se respiraba en el ambiente la saña femenina y el odio fraternal; como rencor legendario fue el que se tuvieron durante décadas las maravillosas hermanas de Havilland, Olivia y Joan -se la conocía por el apellido Fontaine-, increíblemente longevas; Olivia sigue viva, va para los cien; como si la terquedad vital hubiera sido alimentada por el mutuo desprecio e inquina, a ver quién era la guapa que aguantaba más).
Naturalismo psicologista pero exaltado, feroz, distorsionado por pasiones ulcerosas, sarnosas, a pura muerte; con un lenguaje rico, popular, castizo, lleno de términos y expresiones llenas de enjundia, gracia y brutalidad; sucia poesía esencial, de la calle, y de la casa, un arsenal verbal que, lástima, se ha ido perdiendo y que supone un jolgorio escucharlo en estos tiempos tan parcos, romos y mansos.
Una moral asfixiante y reinante que impide a la gente vivir en paz. El trío protagonista se encuentra dominado por el ansia económica y las hermanas, más concretamente, por el yugo/instrumento sexual.
El conflicto principal, la tesis, el asunto visceral, se podría situar en el, según lo que vemos e intuimos, ominoso choque de trenes entre los nuevos tiempos que llegaban (el desarrollismo y el aperturismo franquistas que se estaba produciendo desde finales de los cincuenta con un gran cambio económico y social, con la irrupción del turismo y el relajo de las costumbres, con la llegada, todavía tibia pero emergente, de la clase media al poder y con la incorporación de los signos/símbolos del capitalismo más aplastante -el dinero, aparece hasta un próspero banquero, como gran obsesión, único valor y fin de todo, y su hijo más querido, el coche, la gran vaca sagrada, como máxima aspiración y sinónimo de triunfo, estatus y felicidad-, sin despreciar asuntos tan frívolos como los concursos de belleza u otros tan universales como el fútbol, se ve al Madrid de Di Stéfano, que pronto marcarían buena parte del ocio y el sueño y el horizonte del ciudadano medio) y los viejos que todavía no se querían ir (los resabios de la vieja España, la de las sotanas -el hijo beato casi que se convierte en un bufón, cada vez que abre la boca es ridiculizado y negado-, la autoridad policial -padre al que, pese a su violencia de fantoche y su actitud de redomado zote con honores y medallas, la mujer y la hija le tratan como al pelele interesado que realmente es-, la moral más histérica y pacata -el sexo como virulenta vara de medir, rasero grotesco en su importancia hinchada y su puritanismo cerril-, y el chisme constante -el mundo como una gigantesca corrala de pavorosas comadres; Eloísa se entera del devenir alpujarreño de su marido debido a las inocentes palabras de una buena samaritana que la aborda en medio de la calle). Entre la espada y la pared; de un pasado lleno de miserias y austeridad pacata a un presente-futuro persiguiendo el becerro de oro con la sangre espesa y la mente enajenada. Cruce de caminos y corrimiento de tierras que pilla a los protagonistas sin defensa ni remedio ni criterio, al albur de fuerzas que ni controlan ni entienden; pobres seres devorados por la vida, por el mundo, que sigue, como siempre, hasta que de una vez por todas se acabe.
Pero eso sí, con el fútbol (y las quinielas, por supuesto) y los toros como banderas, innegociables señas de identidad; y, faltaría más, el bar como centro de operaciones, reunión y esparcimiento; con densidad máxima de gañanes en celo, dinero apetecible y lustroso intercambio de humillaciones.
Una película sorprendente por su rabiosa sinceridad y su imponente fuerza narrativa; valiente ejercicio de realismo esperpéntico, un tanto desequilibrado, excesivo y atormentado, pero siempre interesante y curioso. Sirve como documento y como drama.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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