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Voto de Ferdydurke:
7
6,9
35.999
Thriller. Acción. Drama
En la zona fronteriza que se extiende entre Estados Unidos y México, la joven Kate Macer, una idealista agente del FBI, es reclutada por una fuerza de élite del Gobierno para luchar contra el narcotráfico. Bajo el mando de Matt Graver, un frío miembro de las fuerzas gubernamentales, y de Alejandro, un enigmático asesor, el equipo emprende una misión que lleva a la mujer a cuestionarse sus convicciones sobre la guerra contra los narcos y ... [+]
18 de noviembre de 2015
19 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como el sistema circulatorio de un cuerpo enfermo abasteciendo el corazón moribundo (robustamente sano para algunos) de un viciosa civilización, lánguidamente culpable y atrozmente hipócrita.
Así es esta película. Líneas en fuga que se tuercen y retuercen, se confunden y alimentan; dudan, tienen miedo y apuntan, pero dan (poco) o, por lo menos, no lo suficiente. Por ejemplo:
- Como ejercicio puramente audiovisual es la leche, poderoso; fascinante e hipnótico. Ayudado por una ominosa banda sonora (con un tema repetido que marca con acierto el tono de amenaza y espanto) y una espectacular fotografía. Amparado por un ritmo implacable y una precisión apabullante de todos los elementos en juego.
- Como relato iniciático: cruel. Zarandeada inmisericordemente la pobre Emily. Aprenderá a fuerza de golpes (morales sobre todo). Será una enseñanza terrible y dolorosa.
- Como espectáculo norteamericano: lo más flojo. Esa historia de venganza está cogida por los pelos y se embarra en el tópico más prescindible (el de la hijita querida).
- Forma: una liturgia de coches y helicópteros; un ornato de desiertos y ciudades. Pompa y boato. Gestos, miradas y tramas. Todo está detrás, al fondo, en la sombra, acechando.
- Fondo: una reflexión desoladora sobre un mundo, el nuestro, a la vuelta de la esquina, sin ley ni reglas.
- Denuncia: se queda muy corta. Se apunta a la connivencia de los USA con un orden corrupto que les permite mantener el statu quo. Ese que le abastece a, para empezar a hablar, un 20% de su población. Pero, como era previsible, obviamente, no se apunta más alto, a los verdaderos alentadores, directa o indirectamente, de este gran negocio, a los principales propiciadores de que siga en plenitud hoy día, en todo lo alto. Es decir, todo ese entramado económico del primer mundo (USA está en la cumbre, aunque ni mucho menos solo, el juego y su oprobio es mundial), dícese de políticos-bancos-grandes corporaciones y cía que, en el mejor de los casos, más bien raros, miran para otro lado, se benefician de toda esa barbarie, a costa, como siempre, de miles de cadáveres que no importan a nadie (salvo, se supone, a sus familias), de los que nadie hablará cuando hayan muerto, no saldrán casualmente en las noticias, no tendrán pancartas, protestas ni un minuto de silencio, nada de dinero público, nadie dirá nada, todos callarán como putas, bajas pobres en una guerra que tiene más que ver con las escalas sociales, las jerarquías depredadoras y todas las formas de poder conocidas que con fronteras, países o demás fachadas o adornos de un problema tan evidente como irresoluble (ni siquiera se plantean legalizar y controlar su venta, cuando parece claro que sería la forma más sencilla de acabar con el submundo terrorífico que aquí se muestra, ni lo contrario tampoco: ir de verdad a por esos distribuidores que tan bien conocen, que saben donde viven, pues no, ni lo uno ni lo otro, ni joden ni dejan joder, el perro del hortelano).
- México: en el imaginario occidental, muy especialmente entre sus vecinos del norte, se ha convertido (lo mismo que los yihadistas que vienen de Oriente, el famoso estado islámico) en el corazón de las tinieblas; ese mal puro y abismal, insondable y aterrador que coloniza/invade nuestras pesadillas. Un lugar donde la violencia es tan constante y exagerada que resulta inasumible para los bien pensantes que se hacen los despistados, tan sorprendidos y escandalizados. El hermano humilde que nos hace el trabajo sucio y que cuando se pone bravo hay que ir a su casa a llamarle la atención, que no ponga la música tan alta que nos molesta, que sea, por favor, un poco más callado y discreto. Ellos deben poner los muertos. Que no nos los traigan aquí, ni se les ocurra, a nuestras bellas y privilegiadas vidas (las de los amigos americanos que manejan, más que menos, nuestro destino con tanta desgana y rutina), eso es de mal gusto, hace muy feo cuando llegan las visitas, mucho mejor lejos, o debajo de la alfombra. El África negra de Conrad ha mutado y se ha vuelto chingona.
- Como historia metafísica: hay un claro intento de trascender. Hay mucha ambición. Se pretende palpar el fondo oscuro de la bestia; las entrañas/babas del diablo. Lo mismo que el desconsuelo perfecto, el definitivo y sin remedio, el que consiste en conocer mecanismo de la realidad, tan perverso; esas (falta de) reglas de las que habla Benicio, ese silencio indefenso ante unos intereses que no tienen límite ni medida, pura avaricia transformada en horror.
Bueno. El diagnóstico final, una vez abierto el cuerpo muerto por las manos expertas del forense, podría ser algo como así tal vez: película con hechuras de grandeza, con alma tentacular, generosa, hermosa, muy interesante que, debido a los fines comerciales y, relacionado con ello, su afán de no salirse de madre (el dinero de la "industria" del cine, el que lo financia/patrocina/perpetra/posibilita, es hermano gemelo del otro dinero, del gran dinero, del sucio, del que nadie quiere saber nada) se queda desgraciadamente a la mitad del camino; limada, licuada, enmascarada/disimulada a través de ciertos lugares comunes y las convenciones de un tipo de cine intelectualmente romo y nada peliagudo, aseado, bastante inofensivo. De ahí que sea un monstruo de dos cabezas, un siamés enrevesado, picassiano, tanto feroz retrato del sistema, del siniestro estado actual del mundo, en su vertiente más salvaje y sin escrúpulos, como amaestrado producto sostenido por unos códigos "aceptables", sin peligro ninguno.
Me gustó, me entretuvo, me confundió, me perdí, me encontré. Pero yo quería mucho más. Y no me lo dieron. Las quejas al maestro armero. Casi que me quedé como Kate (vaya papel más difícil, toda la peli padeciendo cochinamente), perdido, sin suelo ni horizonte, ahíto de una información quizás demasiado fofa.
Así es esta película. Líneas en fuga que se tuercen y retuercen, se confunden y alimentan; dudan, tienen miedo y apuntan, pero dan (poco) o, por lo menos, no lo suficiente. Por ejemplo:
- Como ejercicio puramente audiovisual es la leche, poderoso; fascinante e hipnótico. Ayudado por una ominosa banda sonora (con un tema repetido que marca con acierto el tono de amenaza y espanto) y una espectacular fotografía. Amparado por un ritmo implacable y una precisión apabullante de todos los elementos en juego.
- Como relato iniciático: cruel. Zarandeada inmisericordemente la pobre Emily. Aprenderá a fuerza de golpes (morales sobre todo). Será una enseñanza terrible y dolorosa.
- Como espectáculo norteamericano: lo más flojo. Esa historia de venganza está cogida por los pelos y se embarra en el tópico más prescindible (el de la hijita querida).
- Forma: una liturgia de coches y helicópteros; un ornato de desiertos y ciudades. Pompa y boato. Gestos, miradas y tramas. Todo está detrás, al fondo, en la sombra, acechando.
- Fondo: una reflexión desoladora sobre un mundo, el nuestro, a la vuelta de la esquina, sin ley ni reglas.
- Denuncia: se queda muy corta. Se apunta a la connivencia de los USA con un orden corrupto que les permite mantener el statu quo. Ese que le abastece a, para empezar a hablar, un 20% de su población. Pero, como era previsible, obviamente, no se apunta más alto, a los verdaderos alentadores, directa o indirectamente, de este gran negocio, a los principales propiciadores de que siga en plenitud hoy día, en todo lo alto. Es decir, todo ese entramado económico del primer mundo (USA está en la cumbre, aunque ni mucho menos solo, el juego y su oprobio es mundial), dícese de políticos-bancos-grandes corporaciones y cía que, en el mejor de los casos, más bien raros, miran para otro lado, se benefician de toda esa barbarie, a costa, como siempre, de miles de cadáveres que no importan a nadie (salvo, se supone, a sus familias), de los que nadie hablará cuando hayan muerto, no saldrán casualmente en las noticias, no tendrán pancartas, protestas ni un minuto de silencio, nada de dinero público, nadie dirá nada, todos callarán como putas, bajas pobres en una guerra que tiene más que ver con las escalas sociales, las jerarquías depredadoras y todas las formas de poder conocidas que con fronteras, países o demás fachadas o adornos de un problema tan evidente como irresoluble (ni siquiera se plantean legalizar y controlar su venta, cuando parece claro que sería la forma más sencilla de acabar con el submundo terrorífico que aquí se muestra, ni lo contrario tampoco: ir de verdad a por esos distribuidores que tan bien conocen, que saben donde viven, pues no, ni lo uno ni lo otro, ni joden ni dejan joder, el perro del hortelano).
- México: en el imaginario occidental, muy especialmente entre sus vecinos del norte, se ha convertido (lo mismo que los yihadistas que vienen de Oriente, el famoso estado islámico) en el corazón de las tinieblas; ese mal puro y abismal, insondable y aterrador que coloniza/invade nuestras pesadillas. Un lugar donde la violencia es tan constante y exagerada que resulta inasumible para los bien pensantes que se hacen los despistados, tan sorprendidos y escandalizados. El hermano humilde que nos hace el trabajo sucio y que cuando se pone bravo hay que ir a su casa a llamarle la atención, que no ponga la música tan alta que nos molesta, que sea, por favor, un poco más callado y discreto. Ellos deben poner los muertos. Que no nos los traigan aquí, ni se les ocurra, a nuestras bellas y privilegiadas vidas (las de los amigos americanos que manejan, más que menos, nuestro destino con tanta desgana y rutina), eso es de mal gusto, hace muy feo cuando llegan las visitas, mucho mejor lejos, o debajo de la alfombra. El África negra de Conrad ha mutado y se ha vuelto chingona.
- Como historia metafísica: hay un claro intento de trascender. Hay mucha ambición. Se pretende palpar el fondo oscuro de la bestia; las entrañas/babas del diablo. Lo mismo que el desconsuelo perfecto, el definitivo y sin remedio, el que consiste en conocer mecanismo de la realidad, tan perverso; esas (falta de) reglas de las que habla Benicio, ese silencio indefenso ante unos intereses que no tienen límite ni medida, pura avaricia transformada en horror.
Bueno. El diagnóstico final, una vez abierto el cuerpo muerto por las manos expertas del forense, podría ser algo como así tal vez: película con hechuras de grandeza, con alma tentacular, generosa, hermosa, muy interesante que, debido a los fines comerciales y, relacionado con ello, su afán de no salirse de madre (el dinero de la "industria" del cine, el que lo financia/patrocina/perpetra/posibilita, es hermano gemelo del otro dinero, del gran dinero, del sucio, del que nadie quiere saber nada) se queda desgraciadamente a la mitad del camino; limada, licuada, enmascarada/disimulada a través de ciertos lugares comunes y las convenciones de un tipo de cine intelectualmente romo y nada peliagudo, aseado, bastante inofensivo. De ahí que sea un monstruo de dos cabezas, un siamés enrevesado, picassiano, tanto feroz retrato del sistema, del siniestro estado actual del mundo, en su vertiente más salvaje y sin escrúpulos, como amaestrado producto sostenido por unos códigos "aceptables", sin peligro ninguno.
Me gustó, me entretuvo, me confundió, me perdí, me encontré. Pero yo quería mucho más. Y no me lo dieron. Las quejas al maestro armero. Casi que me quedé como Kate (vaya papel más difícil, toda la peli padeciendo cochinamente), perdido, sin suelo ni horizonte, ahíto de una información quizás demasiado fofa.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Tres últimos apuntes:
- La tesis de la película sería que los USA consienten la guerra sucia contra los narcos olvidando la legalidad (ya que consideran que esta es claramente insuficiente, una arma sin fuerza), pero sin pretender acabar con todos, solo con los que se sobrepasen, ya que buena parte de su población necesita muletas estupefacientes para poder vivir. Algo así.
- En la cara del maloso supremo se observa una aterradora sorpresa al comprender que el abogado ya está de su lado, ha atravesado el espejo, del lugar sin ley, donde todo es posible y todos los hijos son carne del mismo matadero, ofrendas al mismo dios bruto.
- Kate quiso ver demasiado y se quedó ciega, como Edipo, petrificada, como la mujer de Lot. La realidad nada tiene que ver con lo que le habían dicho o lo que ella había imaginado, es otra cosa mucho más pavorosa. Se lo dice Benicio, estás asustada como una niña recién destetada; aquella a la que le quitaron los juguetes y la abandonaron en medio de la nada, la dejaron a la intemperie, tiritando de frío.
- La tesis de la película sería que los USA consienten la guerra sucia contra los narcos olvidando la legalidad (ya que consideran que esta es claramente insuficiente, una arma sin fuerza), pero sin pretender acabar con todos, solo con los que se sobrepasen, ya que buena parte de su población necesita muletas estupefacientes para poder vivir. Algo así.
- En la cara del maloso supremo se observa una aterradora sorpresa al comprender que el abogado ya está de su lado, ha atravesado el espejo, del lugar sin ley, donde todo es posible y todos los hijos son carne del mismo matadero, ofrendas al mismo dios bruto.
- Kate quiso ver demasiado y se quedó ciega, como Edipo, petrificada, como la mujer de Lot. La realidad nada tiene que ver con lo que le habían dicho o lo que ella había imaginado, es otra cosa mucho más pavorosa. Se lo dice Benicio, estás asustada como una niña recién destetada; aquella a la que le quitaron los juguetes y la abandonaron en medio de la nada, la dejaron a la intemperie, tiritando de frío.