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Voto de Ferdydurke:
8
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Drama
En 1948, el senador y escritor Pablo Neruda acusa al gobierno chileno de traicionar a los comunistas en el congreso. El presidente González Videla lo desafuera y ordena su captura. El poeta emprende la huida del país junto a su mujer. Mientras es perseguido por el prefecto de la policía, Neruda comienza a escribir "Canto general" y se convierte en símbolo de la libertad y leyenda literaria. (FILMAFFINITY)
27 de septiembre de 2016
19 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cómo se puede contar a Neruda, entenderlo, quererlo, respetarlo, admirarlo sin pasar por la hagiografía o la cursilería, sin caer en la vulgaridad o la bobería, sin quedar atascados en los versos más tristes esta noche o pidiendo un castigo que nunca llega. Cómo hacerlo. Cómo homenajearlo sin dar vergüenza. Cómo. Muy difícil.
Y qué tal si le damos la vuelta. Si le miramos distinto. Si nos metemos dentro. Si le pensamos desde el juego y la imaginación, desde él, desde el humor y la ironía. Desde una esquina, querida, poco conocida. Si le narramos, le hacemos novelería, impregnada de su poesía, le bajamos del pedestal y nos vamos de correrías, pulp, burdel, de usar y tirar, a su manera, a su anhelo y gusto. Sí. Ya está, le haremos policía. Bien. Vamos.
Pues soy un policía trágico y ella una mujer absurda y él un vicioso fugitivo. Y nos perseguimos. Y huimos. Y yo le sigo. Yo. Nadie. Todos. Hijo de cortesana. Hijo del trigo. Negro. Gente.
Vale. ¿Y la historia y la política y la ideología y la filología, y el relumbrón, la cubertería, la vajilla, y el partido y las medallas y toda la mampostería? Decorado, fondo, disfraz, máscara nada más. El tablero, el juego de operaciones, excusa, humo.
Y ahora lo peor, el más difícil todavía. Y si nos tocara hacer una crítica (eso pone ahí arriba aunque en verdad no sean más que siempre vaguedades difusas, palabras usadas al azar, juego de aficionado sin ni poesía ni filosofía, jerga abstrusa, perogrullo y soberanía, flacidez), algo que se pareciera un poco a lo visto, a ese canto a la inmensidad del poeta, a su verdadera esencia, a su gran logro, a su poder creador, recreador de la realidad, a esa capacidad de dar vida a un pueblo abusado, una imagen, a pesar de todo, de sus muchas contradicciones, las del hombre instaurado y de buen vivir, las del privilegiado alejado de su origen, la del hedonista, sibarita y megalómano que, a pesar de tanto, pudo dar voz, palabra y fuerza a toda esa gente y, casi mejor, que poetizó su duro tiempo, lo hizo más grande y bello.
Qué digo ahora yo. Qué hago. Que nada yo tengo. Ya sé, cosas que oí, las repetiré, por ejemplo: sudor de calamar, muerte blanca, árbol y frío...
Y qué tal si le damos la vuelta. Si le miramos distinto. Si nos metemos dentro. Si le pensamos desde el juego y la imaginación, desde él, desde el humor y la ironía. Desde una esquina, querida, poco conocida. Si le narramos, le hacemos novelería, impregnada de su poesía, le bajamos del pedestal y nos vamos de correrías, pulp, burdel, de usar y tirar, a su manera, a su anhelo y gusto. Sí. Ya está, le haremos policía. Bien. Vamos.
Pues soy un policía trágico y ella una mujer absurda y él un vicioso fugitivo. Y nos perseguimos. Y huimos. Y yo le sigo. Yo. Nadie. Todos. Hijo de cortesana. Hijo del trigo. Negro. Gente.
Vale. ¿Y la historia y la política y la ideología y la filología, y el relumbrón, la cubertería, la vajilla, y el partido y las medallas y toda la mampostería? Decorado, fondo, disfraz, máscara nada más. El tablero, el juego de operaciones, excusa, humo.
Y ahora lo peor, el más difícil todavía. Y si nos tocara hacer una crítica (eso pone ahí arriba aunque en verdad no sean más que siempre vaguedades difusas, palabras usadas al azar, juego de aficionado sin ni poesía ni filosofía, jerga abstrusa, perogrullo y soberanía, flacidez), algo que se pareciera un poco a lo visto, a ese canto a la inmensidad del poeta, a su verdadera esencia, a su gran logro, a su poder creador, recreador de la realidad, a esa capacidad de dar vida a un pueblo abusado, una imagen, a pesar de todo, de sus muchas contradicciones, las del hombre instaurado y de buen vivir, las del privilegiado alejado de su origen, la del hedonista, sibarita y megalómano que, a pesar de tanto, pudo dar voz, palabra y fuerza a toda esa gente y, casi mejor, que poetizó su duro tiempo, lo hizo más grande y bello.
Qué digo ahora yo. Qué hago. Que nada yo tengo. Ya sé, cosas que oí, las repetiré, por ejemplo: sudor de calamar, muerte blanca, árbol y frío...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Cuando el policía "descubre", en esa conversación deslumbrante, que él es ficción ("Más extraño que la ficción"), nada más y nada menos, que todos lo somos, que es un invento del poeta (Cómo ser Pablo Neruda), que su vida entera son palabras imaginadas por otro, que es solo alter ego, su reflejo de género, a partir de ese momento, todo lo que pasa es más, mucho más que una simple película o una biografía novelada, es algo muy hermoso, juguetón e inesperado que crece y se extiende hasta ese final perfecto. Es una gran broma, un artefacto prodigioso, sin manual de instrucciones, modelo para armar, el cuento era Neruda, él nos contaba y se contaba, no lo observábamos durante ese rato, era algo mucho mejor, un mágico regalo, fuimos él mismo por unos minutos, le vivimos un tiempo y ahora, tal vez, algo más le entendemos y queremos y odiamos y repudiamos y perdonamos y admiramos.
Contar desde la primera persona con solemnidad, gracia, sordidez y retranca, desde un yo que es más él que ningún otro, o igual que el resto por lo menos.
Contar desde la primera persona con solemnidad, gracia, sordidez y retranca, desde un yo que es más él que ningún otro, o igual que el resto por lo menos.