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Rusia Rusia · Stalingrado
Voto de Ferdydurke:
10
Drama París, 1968. Isabelle (Eva Green) y su hermano Theo (Louis Garrel), solos en la ciudad mientras sus padres están de viaje, invitan a su apartamento a Matthew (Michael Pitt), un joven estudiante americano, al que han conocido en un cine. Una vez en casa, establecen unas reglas para conocerse mutuamente, explorando emociones y erotismo a través de una serie de juegos extremadamente arriesgados. (FILMAFFINITY)
17 de mayo de 2015
19 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Asombrosa película. Obra total, abismal.
Una declaración de amor al cine y una certera y descreída radiografía política. Un canto emocionado a la juventud y una mirada escéptica a casi todo: la familia, el sexo, la amistad, el amor, los ideales... Una visión global sobre una época mítica, clave, y una observación microscópica sobre tres seres en medio de la nada. Un retrato íntimo y un aluvión de citas. Un tratado sobre el cuerpo humano y una cruda puesta en escena. Belleza y crueldad, sabiduría e inocencia. Un dejarse llevar, un vagabundeo culto y primitivo, una colisión de cosas tan diversas como un huevo frito y el libro rojo de Mao. Juegos prohibidos y Janis Joplin. Un escándalo y una maravilla.
La historia es sencilla. Un norteamericano (no es casualidad; el contraste entre el "nuevo mundo" y la vieja Europa) en París conoce a dos "siameses" (gemelos; se juega con esa ambigüedad, que son en verdad la misma cosa, separados pero juntos en esencia, comparten una misma alma) que pertenecen a la "masonería de los cinéfilos". Él es inocente y casto, sencillo y buen chico. Ellos son complejos y difusos, extravagantes y turbios. Él, juicioso y sensato, ellos, decadentes y lunáticos. Todos aman el cine por encima de todas las cosas. Y... ellos le enseñan, le educan, le prueban, le escrutan y valoran. Y... él agradece, corresponde, sigue, cree, admira, idolatra, ama. Juntos forman una Banda aparte, un trio armónico y cósmico. Pero... el paraíso siempre es perdido y él acaba descubriendo el juego, que todo solo era eso, un juego de niños asustados, refugiados, amurallados tras miles de películas, libros y músicas, contra/tras/frente a la realidad; dos hermanos abandonados por sus padres que se protegieron mutuamente y se escondieron del mundo con su amor fou, transgresor y virginal, que fingieron sofisticación y misterio para ocultar su terror y total incapacidad, sus caprichos e inutilidades, lo poco dotados que estaban para la vida, pero que llegados a un punto, la inevitable edad adulta, se vieron demasiado solos y con nuevas necesidades, o más acuciantes si cabe, sí, sexuales sobre todo, y buscaron un juguete, un instrumento que mediara entre los dos, que les permitiera hacer cosas que ellos dos solos no se atrevían, traspasar barreras, superar ciertos tabús, avanzar, crecer, y se fijaron en ese chico solitario tan majo y lo convirtieron en su rehén, lo secuestraron para su causa sin dudar porque, después de hacerle un detenido examen (esa estupenda escena del mechero en la que deslumbra a toda la familia por su originalidad e inteligencia es un buen ejemplo), se dieron cuenta de que era el adecuado, ya que a ellos no les valía cualquiera, pero este lo tenía todo, belleza, sensibilidad, desvalimiento, inseguridad, timidez, bondad, cultura, tiempo, afinidades..., e hicieron con él lo que quisieron, lo utilizaron a fondo, lo exprimieron como a un limón...,
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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