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Voto de Ferdydurke:
5
6,9
1.384
Western
El teniente Hazard (Troy Donahue), un joven oficial recién salido de la prestigiosa Academia Militar de West Point, llega a su primer destino: un fuerte en Arizona con una pequeña guarnición poco disciplinada y constantemente amenazada por el jefe indio Águila de Guerra. Al mismo tiempo que instruye a sus hombres se enamora de la esposa del oficial que está al mando. (FILMAFFINITY)
4 de febrero de 2023
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sorprende cómo el protagonista distingue perfectamente, ay Kant, entre la moral pública y/o profesional (estricta, impecable, impoluta) y la más privada o íntima (adúltera, falsaria, canallesca, disoluta, disolvente, inadecuada, indecorosa) sin dudar ni un segundo ni movérsele un músculo de la cara (eso, mucho me temo, viene de serie, erre que erre), lo mismo que la facilidad frivolidad inopinada y alevosa (esto no es precisamente Ana Karenina) con la que ella se echa en los brazos de él a las primeras de cambio después haberle mirado de arriba abajo con algo que diríamos que se parece mucho al deseo más descarado o fiero, a ese mismo andobo, prenda o maromo que nada más verlo llegar creo que es Rosita la que comenta tan impresionada qué menudo hombre, vaya tipazo, me lo como. Así está el patio de revolucionado o cachondo, ardor guerrero, fuego en el cuerpo. Está claro que ya son o eran los años sesenta y Raoul Walsh, en gloria esté, se iba del convento. Si no, no se entienden semejantes pimpantes libertades castrenses.
Bueno, pues todo eso es lo bueno o mejor de la película, el salseo, el zorreo, concretamente el enfrentamiento más o menos breve, sí, qué pena, y desaforado entre ambas para cazar a la sinsorga presa masculina, a falta de pan, migas. Menos el resto, el asunto bélico con los indios malos buenos, el del güisqui cheli para el personal y todas las santas putas para variar, y los de azul y amarillo, la caballería, todo tan tópico y conocido, visto tantas veces, ese trío o conflicto infinitamente repetido.
En su primera parte se disfruta la fotografía, perfecta nítida, los buenos diálogos, la belleza de los actores, yo me quedo con Susana, la cierta retranca y amoralidad, hasta los latinajos, en la segunda te cansan las batallas, los dimes y diretes, las idas y venidas para nada, el ruido y el polvo del camino, las medallas del congreso, los honores, las traiciones, los horrores, todas esas, venga, verga, que se vayan a la, sí, no te reprimas, de una vez dilo, de la vieja escuela tonterías, afrentas, histerias, bellaquerías, intrigas, políticas, niñerías.
Por lo tanto, nos quedamos a medias.
Bueno, pues todo eso es lo bueno o mejor de la película, el salseo, el zorreo, concretamente el enfrentamiento más o menos breve, sí, qué pena, y desaforado entre ambas para cazar a la sinsorga presa masculina, a falta de pan, migas. Menos el resto, el asunto bélico con los indios malos buenos, el del güisqui cheli para el personal y todas las santas putas para variar, y los de azul y amarillo, la caballería, todo tan tópico y conocido, visto tantas veces, ese trío o conflicto infinitamente repetido.
En su primera parte se disfruta la fotografía, perfecta nítida, los buenos diálogos, la belleza de los actores, yo me quedo con Susana, la cierta retranca y amoralidad, hasta los latinajos, en la segunda te cansan las batallas, los dimes y diretes, las idas y venidas para nada, el ruido y el polvo del camino, las medallas del congreso, los honores, las traiciones, los horrores, todas esas, venga, verga, que se vayan a la, sí, no te reprimas, de una vez dilo, de la vieja escuela tonterías, afrentas, histerias, bellaquerías, intrigas, políticas, niñerías.
Por lo tanto, nos quedamos a medias.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Tremenda elipsis, se queda con la única posible, se lo pusieron a huevo, es cierto, le mataron al otro, cornudo y al hoyo, sin bollo, convidado de piedra, viuda y a la espera, no cabe otra, lo anterior o previo al no tan puro respecto fue marear la perdiz, juego de tahúr, una pena, para terminar haciendo/perpetrando un encaje de bolillos de padre y muy señor mío, de aquella graciosa manera.