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Voto de Ferdydurke:
7
6,6
24.134
Drama
Un grupo de jóvenes comparte un mismo interés: la idiotez. Con una casa de campo como base, pasan su tiempo libre juntos explorando los ocultos y poco apreciados valores de la idiotez. El grupo se dedica a enfrentarse a la sociedad con sus idioteces. Karen, una mujer solitaria y reservada, se une al grupo después de participar involuntariamente en una de sus actuaciones. (FILMAFFINITY)
26 de agosto de 2021
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El grupo. El juego. Artesanos cualificados. El Sena está en París. La familia. Waterloo. La inusitada belleza de todas las cosas. La felicidad.
Hay dos formas de idiotez:
- La del payaso sabio quizás socrático pero muy pintarrajeado que pone el espejo distorsionado o deformante al mundo y lo desnuda, refleja la abismal idiotez, de la que hablamos, de toda la gente, su hipocresía, falsedad, doble moral, comedia mala social, a espuertas maldad, mezquindad, ruindad y egoísmo masivo/sideral, toda su fe y su seriedad, su ilusión de orden o racionalidad, su esperanza en que ellos sí se van a salvar, su prisa e impaciencia por hacer como que hacen, como si algo de lo que pasara tuviera algún mínimo sentido/finalidad y ellos algún control/poder decisión sobre eso, la pura nada, como si fueran alguien o importaran algo, más que una mota de polvo o la cola de una lagartija.
- La que acarrea fracaso y desolación, la que es incompatible con la realidad, la que supone un gran fracaso, marginalidad, locura, cárcel, psiquiátrico, instituciones médicas, reclusión, enfermedad, la desadaptación desarreglada en todas sus horribles y fabulosas formas y otras hermosas o asquerosas mierdas.
La idiotez nunca es interior, siempre es exterior, ya que todo lo es, dentro no hay nada, vísceras.
La idiotez no es romántica, es objetiva y cruel, abyecta e implacable, es una de las formas de la muerte.
Hay dos formas de idiotez:
- La del payaso sabio quizás socrático pero muy pintarrajeado que pone el espejo distorsionado o deformante al mundo y lo desnuda, refleja la abismal idiotez, de la que hablamos, de toda la gente, su hipocresía, falsedad, doble moral, comedia mala social, a espuertas maldad, mezquindad, ruindad y egoísmo masivo/sideral, toda su fe y su seriedad, su ilusión de orden o racionalidad, su esperanza en que ellos sí se van a salvar, su prisa e impaciencia por hacer como que hacen, como si algo de lo que pasara tuviera algún mínimo sentido/finalidad y ellos algún control/poder decisión sobre eso, la pura nada, como si fueran alguien o importaran algo, más que una mota de polvo o la cola de una lagartija.
- La que acarrea fracaso y desolación, la que es incompatible con la realidad, la que supone un gran fracaso, marginalidad, locura, cárcel, psiquiátrico, instituciones médicas, reclusión, enfermedad, la desadaptación desarreglada en todas sus horribles y fabulosas formas y otras hermosas o asquerosas mierdas.
La idiotez nunca es interior, siempre es exterior, ya que todo lo es, dentro no hay nada, vísceras.
La idiotez no es romántica, es objetiva y cruel, abyecta e implacable, es una de las formas de la muerte.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
El final es bello, sobrecogedor, congelado, muy bueno.
La película conjuga el desorden con la máxima claridad, es sorprendente en ese sentido, como lo es Arrebato de Zulueta de otra manera completamente diferente. Está bien media y contada. Y la forma se adecúa al fondo como un guante. Una pena que se acabara este cuento Dogma de forma más o menos abrupta, al de tan poco tiempo de dar comienzo.
Ellos, los protagonistas tan burgueses y de clase mierda, esa infamia siniestra, vivan los parias de la tierra, eran idiotas, unos caraduras, buena y corriente gente, de la de toda la vida del señor y el gran montón al alirón o al alimón, la moliente, la tediosa, con un líder y unas ovejas, el macho dominante y la manada mansa y sumisa, como siempre, lo que dicta la cansada norma respecto a los grupos humanos que se forman, no quiero estar solo, dejadme ir con vosotros.
Ella era una pobre mujer, la más o única auténtica, según se vea, la que quería huir de verdad de la vida/realidad, para siempre jamás, una salida, del mal.
Lars von Trier también ha decidido ser un idiota de pega, un trepa, como sus personajes, sabía de lo que hablaba, por eso la peli es tan buena, conocía el percal de mano primera. Se cagó a la mitad del camino, no se atrevió a beber las últimas heces de la copa, a apurar su maravillosa propuesta hasta las últimas consecuencias, acabar apartado, orillado, censurado, silenciado.
Yo, Claudio. Para triunfar de verdad hay que ser idiota desde el mismo nacimiento, de eso trata la educación a fin de cuentas y muy sobre todo, de ese severo y constante entrenamiento, ni un atleta olímpico pierde tanto el tiempo, la buena educación, no la del cutre/pedestre Almodóvar, de hacerte idiota lo más rápidamente posible, sin que te des cuenta, que lo absorbas como parte del ambiente, como la papilla o de la teta la leche, que, para cuando tomes conciencia, ya este hecho todo el trabajo sucio y solo tengas que seguir la corriente de Vicente, la marea que te lleva, la general anuencia, para así acoplarte con seguro éxito a toda la idiotez del resto del rebaño y pasar por uno de ellos, igualito, el mismo miedo. Todos los que en el mundo han sido algo se debe a que su idiotez duramente aprendida durante la infancia hizo clic con la de su contexto, fue testada en las mejores salas, encajó con el modelo de su tiempo, el inconsciente colectivo, el espíritu del pueblo, el mínimo común múltiplo, para espectadores como tú. Pero no siempre funciona del todo bien este proceloso proceso, hay fallos en el sistema, hay algunos que se quedan a medias o tres cuartos y me llevo uno y se van al traste, tirados por el camino, solos y perdidos, clamando contra el destino, llorando de espanto, haciendo felizmente el ridículo, que yo quiero ser también muy tonto, que me lo creo, miradme un poco como con todas mis fuerzas os imito, lo intento, lo asumo, pero no hay manera, y ahí está la gracia, ese es el chiste, ríe.
Sé idiota, pero de verdad, nuevo, rásgate las vestiduras, lámete las heridas, enrédate como la hiedra, salta al vacío. No te prives de ese reto, esa palabra que repiten todos los horteras y mediocres.
La tendencia a la histeria y el estrambote, a la obviedad más morbosa, está aquí, teniendo en cuenta el asunto cachondo trágico, bastante bien resuelta.
Forrest Gump era el mejor. Los tontos eran los demás, Jenny especialmente.
Frances McDormand en Fargo igual, tonta de baba y la más lista.
Comedia espeluznante.
La película conjuga el desorden con la máxima claridad, es sorprendente en ese sentido, como lo es Arrebato de Zulueta de otra manera completamente diferente. Está bien media y contada. Y la forma se adecúa al fondo como un guante. Una pena que se acabara este cuento Dogma de forma más o menos abrupta, al de tan poco tiempo de dar comienzo.
Ellos, los protagonistas tan burgueses y de clase mierda, esa infamia siniestra, vivan los parias de la tierra, eran idiotas, unos caraduras, buena y corriente gente, de la de toda la vida del señor y el gran montón al alirón o al alimón, la moliente, la tediosa, con un líder y unas ovejas, el macho dominante y la manada mansa y sumisa, como siempre, lo que dicta la cansada norma respecto a los grupos humanos que se forman, no quiero estar solo, dejadme ir con vosotros.
Ella era una pobre mujer, la más o única auténtica, según se vea, la que quería huir de verdad de la vida/realidad, para siempre jamás, una salida, del mal.
Lars von Trier también ha decidido ser un idiota de pega, un trepa, como sus personajes, sabía de lo que hablaba, por eso la peli es tan buena, conocía el percal de mano primera. Se cagó a la mitad del camino, no se atrevió a beber las últimas heces de la copa, a apurar su maravillosa propuesta hasta las últimas consecuencias, acabar apartado, orillado, censurado, silenciado.
Yo, Claudio. Para triunfar de verdad hay que ser idiota desde el mismo nacimiento, de eso trata la educación a fin de cuentas y muy sobre todo, de ese severo y constante entrenamiento, ni un atleta olímpico pierde tanto el tiempo, la buena educación, no la del cutre/pedestre Almodóvar, de hacerte idiota lo más rápidamente posible, sin que te des cuenta, que lo absorbas como parte del ambiente, como la papilla o de la teta la leche, que, para cuando tomes conciencia, ya este hecho todo el trabajo sucio y solo tengas que seguir la corriente de Vicente, la marea que te lleva, la general anuencia, para así acoplarte con seguro éxito a toda la idiotez del resto del rebaño y pasar por uno de ellos, igualito, el mismo miedo. Todos los que en el mundo han sido algo se debe a que su idiotez duramente aprendida durante la infancia hizo clic con la de su contexto, fue testada en las mejores salas, encajó con el modelo de su tiempo, el inconsciente colectivo, el espíritu del pueblo, el mínimo común múltiplo, para espectadores como tú. Pero no siempre funciona del todo bien este proceloso proceso, hay fallos en el sistema, hay algunos que se quedan a medias o tres cuartos y me llevo uno y se van al traste, tirados por el camino, solos y perdidos, clamando contra el destino, llorando de espanto, haciendo felizmente el ridículo, que yo quiero ser también muy tonto, que me lo creo, miradme un poco como con todas mis fuerzas os imito, lo intento, lo asumo, pero no hay manera, y ahí está la gracia, ese es el chiste, ríe.
Sé idiota, pero de verdad, nuevo, rásgate las vestiduras, lámete las heridas, enrédate como la hiedra, salta al vacío. No te prives de ese reto, esa palabra que repiten todos los horteras y mediocres.
La tendencia a la histeria y el estrambote, a la obviedad más morbosa, está aquí, teniendo en cuenta el asunto cachondo trágico, bastante bien resuelta.
Forrest Gump era el mejor. Los tontos eran los demás, Jenny especialmente.
Frances McDormand en Fargo igual, tonta de baba y la más lista.
Comedia espeluznante.