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Rusia Rusia · Stalingrado
Voto de Ferdydurke:
7
Aventuras. Drama Jess Birdwell es el patriarca de una familia de cuáqueros, una secta cristiana que se niega a participar en las guerras. Su hijo Josh desea adherirse al pacifismo familiar pero, temiendo ser tomado por un cobarde, se alista en el ejército, lo que provoca el disgusto de su madre. (FILMAFFINITY)
15 de enero de 2016
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué grande es William Wyler. La primera media hora es un deslumbre, una demostración apabullante de cómo contar las cosas sin que se note, pero/para que queden. Miremos: prólogo cómico con el ganso Samantha (parece casi un caballo) y el niño, presentación de la familia (de forma admirable por lo poco enfática y luminosa), carrera (más humor y un poco de aventura), llegada a la Iglesia y, un asombro, la contraposición, el montaje paralelo mediante, entre la reunión metodista, cantando, y la cuáquera, en absoluto silencio. Se remata la maravilla con la llegada del militar que viene a trastocar el orden idílico, edénico, de la comunidad y la familia, a perturbar tanta santa paz y tranquilidad.
No se puede decir más en menos, más tonos y temas diferentes tan bien hilados/hilvanados y fluyendo a la vez con suave dulzura y rotunda concreción. Bravo.
En cuanto a lo puramente ideológico, se podría resumir como una confrontación entre la religión, de verdad, al pie de la letra, llevada al extremo, con todo lo que tiene de renuncia, mucha, y de vida ejemplar, bastante o algo por lo menos, y la vida sin más, tal cual (la realidad), que en cierto modo es lo contrario de lo que los protagonistas representan o a lo que aspiran, sin reglas, orden ni sentido, un completo absurdo y una tentación constante para esa buena gente. Con la guerra como máximo exponente y símbolo perfecto del mal del mundo.
Los personajes son admirables, la trama, muy interesante, los actores, magníficos ("Gary Cooper, que estás en los cielos". Dorothy McGuire, soberbia, atractiva y maternal, el sensible Perkins como mozalbete idealista, la zangolotina a la que le hierve la sangre y el niño picaruelo y delator) la dirección, soberbia, la banda sonora, riquísima. Entonces, ¿qué falla?, o mejor dicho, ¿qué falta? Pues en mi no tan humilde opinión se queda corta, es un tanto superficial, almibarada y también, una vez planteados los conflictos, huye de los aspectos más desagradables o violentos, tristes o sórdidos. Casi que todo acaba pareciendo "La casa de la pradera" y "La guerra de papá" (esos forajidos sureños tan llevaderos y esas escaramuzas junto al río tan apañadas, oh, Tom Sawyer y Huckleberry Finn).
Sí, se apuesta por una amabilidad blandita y soslayada para agradar y no mucho molestar. De ahí que, también, los conflictos religiosos, la lucha de la conciencia contra sí misma y todo ese asunto tan complejo quede a la mitad, poco desarrollado y algo frivolizado.
Pero en este caso lo vamos a perdonar; por todo lo apuntado; por un cine tan bien hecho, por tanto mimo y maravilla; y por varias escenas familiares (el acoso a Perkins del gineceo furioso, la carrera enloquecida de la enamorada tras el galancete, la pelea de Cooper al final y su decisión... ); y, sobre todo, porque es cine clásico del bueno, del grande, del que ya no se hace y se echa mucho de menos, de ese tan maravilloso que te provoca la sutil y melancólica sensación de pérdida, de anhelo, el deseo imposible de vivir dentro de películas como esta ("La rosa púrpura del Cairo" hablaba de esto), de ser uno de ellos (otro hijo, abuelo o lo que sea de esa gran familia, se acepta cualquier papel, hasta figurante si hiciera falta), de participar de esa Arcadia feliz y honrada, clara y distinta, tan bien narrada y llena de gente tan comprensiva, buena y esperanzada; deseo de pertenecer, con plenos poderes, a un mundo en el que si hubiera más allá, cielo o lo que cojones fuera aquello, debería ser parecido a este tan pleno y bonito, todos tendríamos que vivir allí felices como gansos, felices como perdices, pelando la pava a tiempo completo, aunque para ello tuviésemos que tragarnos la pastilla mentirosa "matrix" (azul, amarilla o violeta, cualquiera nos vale que nos da lo mismo) y escapar a veces de la rígida mirada de la mamá grande para poder echarnos por fin un buen baile, jugarnos unas partidas o cometer cualquier fechoría perniciosa que nos recordara que a pesar de todo todavía seguíamos siendo humanos, vivitos y coleando.
Ferdydurke
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