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Voto de Ferdydurke:
8
7,4
37.918
Comedia. Drama
En Roma, durante el verano, nobles decadentes, arribistas, políticos, criminales de altos vuelos, periodistas, actores, prelados, artistas e intelectuales tejen una trama de relaciones inconsistentes que se desarrollan en fastuosos palacios y villas. El centro de todas las reuniones es Jep Gambardella (Toni Servillo), un escritor de 65 años que escribió un solo libro y practica el periodismo. Dominado por la indolencia y el hastío, ... [+]
8 de abril de 2014
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nada, nadie, nunca. El deseo de desaparecer. El cansancio de vivir. El escepticismo ante el teatro del mundo; todo es representación, vanidad y falta de sustancia.
El riesgo de reflejar la banalidad, la frivolidad y, finalmente, la nada, es serla, convertirte en ella, ser una película vacía e innecesaria. El peligro está ahí, lo bordea, pero creo que se salva, por varias razones: hay un humor distanciado e irónico, una tristeza profunda y una seriedad que nos habla de la efímera belleza ("los demacrados e inconstantes destellos de belleza") y del acabamiento de todo, de la muerte como guardiana, omnipresencia y medida (Roma sería en cierto modo una ciudad de muertos, con esas ruinas que los hacen presentes, esos palacios -hermosísima escena en la que los visitan); el pasado siempre está ahí, condicionando, el peso de la historia aplastando a los personajes.
Retrato de la clase acomodada en un verano romano. Cincuentones fracasados y mezquinos que no quieren hablar de sí mismos porque es demasiado horrible y prefieren dedicarse a vivir de fiesta en fiesta.
El protagonista es nuestro guía, un diletante, un sibarita, gastado, ajado y cansado, que no cree en nada, especialmente hastiado de sí mismo. A través de él asistimos al espectáculo de la fauna Felliniana-Dolcevitiana (han pasado 50 años y todo sigue igual); un enjambre abigarrado y estrepitoso, una tragicomedia humana atravesada por la mirada ácida e inclemente de Jep, por el cinismo, lo patético y ridículo; en la búsqueda eternamente insatisfecha de la belleza y el sentido.
Historia contada con grandeza, con gran estilo y poder formal, con una ecléctica banda sonora y una gran amplitud de recursos que van de la horterez máxima al esteticismo desaforado y exquisito, de lo microscópico a lo grandioso, de la conversación minúscula a la pura contemplación arrobada, del esperpento al lirismo, de la sátira a la ternura, del arte al amor, del pasado al presente...; suma total, obra ambiciosa y desmesurada que supone un regalo para los sentidos y que despliega un tremendo arsenal de ideas y posibilidades.
Nada tiene sentido, solo breves momentos de belleza.
Todo es ruido (bla bla bla), vulgaridad y trivialidad; pero detrás de todo eso está el miedo, el hombre miserable, la vergüenza de estar en el mundo, la emoción, el sentimiento...
La muerte, la erosión, el tedio y la incertidumbre en su versión italiana; D'Anunnzio y Lampedusa, el decadentismo, el tiempo y el pasado como pulverizadores.
El riesgo de reflejar la banalidad, la frivolidad y, finalmente, la nada, es serla, convertirte en ella, ser una película vacía e innecesaria. El peligro está ahí, lo bordea, pero creo que se salva, por varias razones: hay un humor distanciado e irónico, una tristeza profunda y una seriedad que nos habla de la efímera belleza ("los demacrados e inconstantes destellos de belleza") y del acabamiento de todo, de la muerte como guardiana, omnipresencia y medida (Roma sería en cierto modo una ciudad de muertos, con esas ruinas que los hacen presentes, esos palacios -hermosísima escena en la que los visitan); el pasado siempre está ahí, condicionando, el peso de la historia aplastando a los personajes.
Retrato de la clase acomodada en un verano romano. Cincuentones fracasados y mezquinos que no quieren hablar de sí mismos porque es demasiado horrible y prefieren dedicarse a vivir de fiesta en fiesta.
El protagonista es nuestro guía, un diletante, un sibarita, gastado, ajado y cansado, que no cree en nada, especialmente hastiado de sí mismo. A través de él asistimos al espectáculo de la fauna Felliniana-Dolcevitiana (han pasado 50 años y todo sigue igual); un enjambre abigarrado y estrepitoso, una tragicomedia humana atravesada por la mirada ácida e inclemente de Jep, por el cinismo, lo patético y ridículo; en la búsqueda eternamente insatisfecha de la belleza y el sentido.
Historia contada con grandeza, con gran estilo y poder formal, con una ecléctica banda sonora y una gran amplitud de recursos que van de la horterez máxima al esteticismo desaforado y exquisito, de lo microscópico a lo grandioso, de la conversación minúscula a la pura contemplación arrobada, del esperpento al lirismo, de la sátira a la ternura, del arte al amor, del pasado al presente...; suma total, obra ambiciosa y desmesurada que supone un regalo para los sentidos y que despliega un tremendo arsenal de ideas y posibilidades.
Nada tiene sentido, solo breves momentos de belleza.
Todo es ruido (bla bla bla), vulgaridad y trivialidad; pero detrás de todo eso está el miedo, el hombre miserable, la vergüenza de estar en el mundo, la emoción, el sentimiento...
La muerte, la erosión, el tedio y la incertidumbre en su versión italiana; D'Anunnzio y Lampedusa, el decadentismo, el tiempo y el pasado como pulverizadores.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Película llena de grandes momentos y escenas (nos podemos quedar con dos especialmente acertadas y hermosas): la de la prototípica santona moderna, feminista, de izquierdas y trabajando para la zafia televisión; moralista que, tras su impoluta fachada y discurso admonitorio, esconde codicia, ruindad y bajeza; y la del funeral como representación teatral, con su introducción anunciadora de la farsa, la muerte convertida en el máximo espectáculo, en la hipocresía como absoluto y el afán de transformar toda experiencia humana (hasta la más terrible) en máscara y pantomima.
La Iglesia en sus dos opuestos: la momia misionera versus la corrupción vaticana; la primera causa miedo, risa y admiración; los segundos, espanto y horror.
Y "Rosebud": el amor juvenil como vislumbre y anhelo; símbolo de todo lo bello que quedó atrás, de todas las esperanzas e ilusiones perdidas, de la inocencia y la pureza, antes de... todo lo demás, del conocimiento, la derrota y la decepción.
La Iglesia en sus dos opuestos: la momia misionera versus la corrupción vaticana; la primera causa miedo, risa y admiración; los segundos, espanto y horror.
Y "Rosebud": el amor juvenil como vislumbre y anhelo; símbolo de todo lo bello que quedó atrás, de todas las esperanzas e ilusiones perdidas, de la inocencia y la pureza, antes de... todo lo demás, del conocimiento, la derrota y la decepción.