Película fórmula digna que acierta al ser muy parca en el asunto vidrioso engorroso de sus vidas y motivaciones, nos importan un pimiento o huevo, cojón prieto, un par de tópicos mal puestos y tres o cuatro tonterías de relleno para hacer bulto y adelante, compañeros, al lío, a correr y nadar, y que gana si te olvidas un poco del arte de birlibirloque, de la pura supervivencia a lo loco con MacGyver (a veces, en muchas ocasiones, Rompetechos) submarino doblemente femenino, y te agarras al puro amor de las hermanas, dos seres humanos perdidos en medio de la nada que se ayudan pese a todo, sin duda ninguna (como sucedía, por ejemplo, en La carretera de McCarthy que daba un poco igual el resto, la tramoya de la aventura). Obviamente está llena de trampas, de deus ex machina, de situaciones imposibles y averías varias y otras bobadas supinas, y además, con solo mirar el reloj y la duración, ya sabes más o menos lo que va a pasar o puede suceder con toda seguridad en cada momento, no hace falta ser un genio, ya que no se atreverán jamás a alterar el orden (anti) natural de los acontecimientos y, sobre todo, el resultado final invariable del partido helado o juego serio, ese protocolo, pactado o escrito desde el principio de los tiempos, desde el primer papiro, por los que primero imaginaron algo remotamente parecido a esto.