Como diría Garci, un eximio experto en el asunto que tanto sabe de todo esto (y de aquello y de cualquiera), es una historia de amor, todas lo son (pero esta de verdad, sin mierdas ni publicidad, caníbal), y de fantasmas, de las que llegan al corazón, lo parten en dos, entre un pobre perdedor, es tan triste la noche que tu canción sabe a derrota y miel, y su creación criatura, creatura, el horror, dios y el barro, que tiene un final triste (o feliz, según se vea) en el que se fusionan el amante y la amada, el padre y la hija, son ya lo mismo, es devorado devórame otra vez, ven, devórame otra vez, castígame con tus deseos, que el vigor lo guardé para ti...
Se libera de su madre y cae en la redes garras de astracán de la planta, no somos nada, de lo otro, tras escapar de las de la novia (la santa) y de las de la calle la chica (la puta), esa es la historia (y no otra), todas contra él (se turnan y simultanean), si sumamos a las jóvenas, sus grupis, y a la vieja de sus familiares sucesiva y multidisciplinar resiliente empática asesina, el matriarcado contra mí.
Es, por tanto, una clara alegoría sobre el eterno femenino que deglute siempre lo masculino, relación amo y esclavo (así lo dicen, tal cual) hegeliano, quede claro. De hecho, él se mete en la boca del lobo, Jonás y la ballena, literalmente dentro de ella (otra meridiana metáfora, Almodóvar la copiaría en Hable con ella) con el cuchillo entre los dientes (otra palmaria metáfora, objeto penetrante fálico) y nunca más se sabe o casi, nada puede, cada vez cadáver, impotente.
Película a la contra, Freudiana (en sus inicios), de lo clásico, Lacaniana (en sus finales), a lo posmoderno, de muchos pelendengues filosóficos, sexo o género, Naturaleza (planta) o Cultura (abono, cultivo, etimología), en la que se impone el mal, novedad, el jardín del Edén que en verdad era el infierno al revés, el paraíso como socavón, aluvión, ejecución, el verdugo.
De ruedas y retretes.
No hay salida.
Jessica Rabbit.