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Voto de Fred Madison:
9
Drama Andrei Gorchakov, un poeta ruso, recorre Italia en compañía de Eugenia con la intención de investigar la vida de un compositor del siglo XVI sobre el que está escribiendo. En su viaje se encontrarán con el apocalíptico Domenico. (FILMAFFINITY)
2 de enero de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Los sentimientos que nunca se expresan, nunca se olvidan”.

Con la primera película de su etapa italiana (constituida por esta y “sacrificio” [1986]), Tarkovsky nos trae el que posiblemente sea su film más similar a “el espejo” (zerkalo, 1975), entre cuyos nexos de unión se encuentran imágenes crípticas y autobiográficas, alusiones a la poesía de su padre (Arseni Tarkovsky), y una visión nostálgica de un “pasado mejor”.

Sorprendentemente, resultan aun así prácticamente antónimas: mientras que “el espejo” se trata de una mirada nostálgica y catártica a la infancia del propio Tarkovsky (además de ser una carta de amor honesto a su madre, Maria Vishnyakova), “nostalghia” conceptualmente resulta mucho más ambiciosa, presentando una narrativa en la que imágenes poéticas desdibujan la linea divisoria entre la ficción simbólica y la narrativa autobiográfica.

“¿Papá, es este el fin del mundo?”, pregunta un niño que respira el aire frió por primera vez en siete años: largos silencios mudos gritan “amor, fe, y nostalgia”, sinónimos en las sombras.

Desde que tengo uso de razón, siempre he querido sentir la “fe”, sentimiento capaz de mover a tantos mártires a morir, y a creyentes férreos a alzar sus armas. Y es que “soy un creyente nacido en un mundo de ateos” (y viceversa), y como ateo resignado, siempre he sostenido que Dios, destinatario de las obras de arte más destacables de la historia humana, no merece tal esfuerzo.

Inspiración de las conmovedoras pinceladas renacentistas de DaVinci y Rafael, la perfección en los pliegues de “La piedad” de Miguel Angel, los fragmentos más románticos de las misas de Bach, y finalmente, la imaginería hechizada de Andrei Tarkovsky, el cual ocupa lugar en esa selecta lista de nombres al presentar una mirada capaz de acercarme a lo largo de la duración de sus películas a lo que tantos creyentes austeros llaman “fe”, la cual recobra su apariencia inalcanzable al aparecer el letrero que enuncia el final de la película, rompiendo la ilusión.

Con travellings invisibles y planos eternos (en el mejor sentido de la palabra), sus imágenes brindan vida propia, trascendiendo lo terrenal y convirtiéndose en vastos mares de emociones punzantes cuyo constante oleaje deja tras de sí un apreciado cansancio intelectual. Cómo es usual en su cine, “Nostalgia” adopta la estructura poética del verso y desprecia la imitación de artes ajenos, dotando a película de una espiritualidad latente y constante minimalismo perfeccionista.


Hablamos de un film puramente romántico, con espesas capas de niebla que inundan fotogramas en atmósferas asfixiantes y ruinas de recuerdos, transmitiendo fielmente los sentimientos que acecharon a Tarkovsky al verse obligado a abandonar su tierra natal, además de su constante búsqueda del significado existencial y el desprecio al materialismo del nuevo mundo.

Gorchakov, protagonista de la película, se muestra desinteresado ante la belleza (rechazando tanto a la 'Virgen del parto' de Piero della Francesca como el ofrecimiento sexual de su compañera), desligado de las raíces animales del hombre, cuya frialdad silenciosa desespera a Eugenia, y llama la atención de Domenico, entidad mística que es tachada ignorantemente de loco al haber obligado a su familia a ocultarse entre las sombras de su casa por más de siete años, aterrado por un próximo “fin del mundo”

“¡Qué clase de mundo es este si es un loco el que os dice que deberíais avergonzaros!”, grita Domenico antes de prenderse fuego con el triunfante cuarto movimiento de la novena sinfonía de Beethoven de fondo (recordando a la mítica imagen del monje budista Quang Duc), tras haber enunciado antes un monólogo sobre las absurdas barreras trazadas por el hombre posmoderno, la inmortalidad de las cosas pequeñas, y la prepotente cordura que nos atribuimos a nosotros, culpables de una moral resquebrajada.

Pero deconstruir los múltiples mensajes encriptados que desfilan a lo largo de la duración de “nostalghia” resulta esfuerzo en vano al ser un film en el que el simbolismo gratuito se sustituye por la honestidad atemporal de la imagen. Como diría el propio Gorchakov, “La poesía y el arte no son traducibles.”


Kalvin Henely escribe acerca de “nostalghia”: “El cine, más que cualquier otro arte, es capaz de capturar el movimiento físico […] pero no es particularmente eficaz capturando los movimientos del alma. […] Tarkovsky fue capaz de mostrar la búsqueda del alma mejor que posiblemente cualquier otro director.”


“Oh, madre, oh, madre. El aire es ese algo ligero que gira en torno a la cabeza y se vuelve más límpido cuando ríe.”
Fred Madison
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