El cine de Eloy de la Iglesia tiene su sello, y aquí queda palpable. Un producto irregular en el que los aciertos disimulan las carencias.

Independientemente del lugar en el que transcurre la historia, Eloy de la Iglesia hace una puesta en escena brutal. Maximiza sus recursos y nos regala siempre ese personaje inerte, pero latente en la trama, el escenario (el entorno). Las localizaciones son rancias, feas, desoladas y deprimentes. Danza entre personajes a remolque en una sociedad que camina mas rápido que ellos. No es de extrañar que se defiendan a mordiscos y con un abrigo de chulería y miedo que ellos mismos remiendan cuando se desgasta.

Es curioso que bajo tanta violencia implícita, lo censurable sea una ambigüedad sexual vergonzante para el régimen y la sociedad contemporánea.

Otro de los rasgos del cine de Eloy de la Iglesia es el pobre nivel actoral y su doblaje. La sobreactuación y montaje posterior aminoran el ritmo e impide que estemos hablando de un producto mayor. Si bien la trama es sencilla, los matices que la rodean y dan color a la obra recaen sobre ellos.

Una aceptable película que huele demasiado a humedad y tierra. Es la última pataleta antes de morir. Deprimente y con manchas de ingenuidad.