Media votos
5,1
Votos
12.001
Críticas
50
Listas
5
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Mis críticas favoritas
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de Capitán Trueno:
9
7,5
1.124
Drama
Estados Unidos, años 30. En plena Depresión económica, John y Mary, una pareja joven que vive abrumada por las deudas y el desempleo, abandona la ciudad y se establece en una granja abandonada. A pesar de la inexperiencia de John, deciden explotarla. Y este proyecto se hará realidad a medida que vayan llegando a la finca personas de los más diversos oficios que huyen de la miseria urbana. El resultado es la creación de una cooperativa ... [+]
22 de julio de 2008
50 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1934, con los Estados Unidos sumidos en una crisis que no empezarán a remontar hasta el 36, la propuesta de Vidor era osada y rebasaba con amplitud los presupuestos almibarados y nítidamente liberales del New Deal. No olvidemos que es la época de un Capra, de un Dieterle y que, por fuerza, las moderadas pero firmes propuestas cooperativistas que encarna el film, debieron resultar subversivas para más de uno.
Y ello pese a que Vidor se cuide de enmarcar con precisión su discurso, sin dejar cabos sueltos que den paso a lecturas diferentes de la que persigue. Es en ese contexto donde cobran sentido escenas como la del padrenuestro (que entonan, arrodillados todos, ante los nacientes brotes del maíz) o la primera asamblea que celebran los agricultores y en la que rechazan, explícitamente, las ideas socialistas de un recién llegado ("Yo no sé lo que significan esas palabras", llegará a afirmar el sueco).
El film es un bello canto, coral y épico, al hombre y a la tierra. De un preciosismo realista con frecuencia estremecedor (recordemos las escenas en que las nubes de polvo , surgidas de la tierra arada, tapan el objetivo de la cámara y, aún más allá, la secuencia en que la cámara se enfrenta a una nube de polvo y la atraviesa hasta mostrarnos, al otro lado, hombres que trabajan).
Es "El pan nuestro...", además, una obra plagada de exquisitas imágenes que escalonan la acción como una sucesión de cuadros bellísimos (un campesino toca el violín, sobre una loma, al caer la tarde; panorámicas silenciosas de los campos desiertos apenas surcados por algún hombre solitario).
Vidor ha aprendido la lección de los maestros rusos y ofrece una epoopeya colectivista con vibrante narrativa y un ritmo nervioso y preciso.
Y ello pese a que Vidor se cuide de enmarcar con precisión su discurso, sin dejar cabos sueltos que den paso a lecturas diferentes de la que persigue. Es en ese contexto donde cobran sentido escenas como la del padrenuestro (que entonan, arrodillados todos, ante los nacientes brotes del maíz) o la primera asamblea que celebran los agricultores y en la que rechazan, explícitamente, las ideas socialistas de un recién llegado ("Yo no sé lo que significan esas palabras", llegará a afirmar el sueco).
El film es un bello canto, coral y épico, al hombre y a la tierra. De un preciosismo realista con frecuencia estremecedor (recordemos las escenas en que las nubes de polvo , surgidas de la tierra arada, tapan el objetivo de la cámara y, aún más allá, la secuencia en que la cámara se enfrenta a una nube de polvo y la atraviesa hasta mostrarnos, al otro lado, hombres que trabajan).
Es "El pan nuestro...", además, una obra plagada de exquisitas imágenes que escalonan la acción como una sucesión de cuadros bellísimos (un campesino toca el violín, sobre una loma, al caer la tarde; panorámicas silenciosas de los campos desiertos apenas surcados por algún hombre solitario).
Vidor ha aprendido la lección de los maestros rusos y ofrece una epoopeya colectivista con vibrante narrativa y un ritmo nervioso y preciso.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
El tramo final del film, con la construcción contra reloj del canal que ha de llevar el agua desde la central eléctrica a los campos de maiz, resulta antológico. Sin música, con los hombres que avanzan en doble fila sin dejar de cavar ni un instante y el ruido de sus picos y palas como única banda sonora, con el agricultor que acuesta y curva su cuerpo sobre la tierra para frenar la fuga de agua por uno de los márgenes del canal, o aquél otro que levanta la enorme roca que obstruía la conducción o, como broche final, la vibrante carrera de los hombres en paralelo al descenso de las aguas junto a la alegría de los que, agrietados de sal y sol los rostros, esperan verla llegar.