Más allá de heroicidades, de mártires por causas perdidas o guerreros idealistas, a mí me van los rufianes. Me los creo, empatizo mucho más con alguien que se juegue el culo por unos puñaos de oro que por una alucinación colectiva convenientemente institucionalizada, llámese patria, territorio u honor. ¿Jugarte el físico por la bandera y 5 dólares semanales? Mejor juégatelo igual, pero que valga la pena; por 16 millones, por ejemplo. En el fondo, el dinero no entiende de política.

Al menos eso es lo que piensa Kelly (Clint Eastwood), degradado ex-teniente, que ve la oportunidad de su vida al emborrachar a un oficial alemán y sonsacarle que existe un cargamento de 14.000 lingotes del preciado metal, oculto en un banco tras las líneas enemigas. Kelly lo tiene jodido, pero ideará su plan expoliador y comenzará a reclutar a cuantos puedan serle útiles, entre ellos al gruñón sargento "Big Joe" (Telly Savallas) y al flipado cabecilla de un escuadrón de tanques, "Oddball" (Donald Sutherland), para emprender su particular misión imposible y forrarse, o morir en el intento.

Una película de aventuras mítica, con unos bribones protagonistas carismáticos a más no poder, que deambulan por una narración modélica, entretenidísima, muy divertida y sembrada de un admirable tono socarrón que destruye la imagen estereotipada del soldado patriotero. Véase al respecto el tono paródico con el que es retratado el ejército USA y los mandos superiores en particular; desde el pazguato oficial empeñado en llevarse el barco de pesca hasta el ingenuo general (con esos galones hasta en la bata de noche…) que no se entera de nada, interpretando las ruines acciones del grupo de Kelly como valentía heroica.

Aquí no hay senderos de gloria ni desafíos de águilas; esto es un esperpéntico atraco a mano armada, camuflado bajo el estruendo de los obuses y perpetrado por una panda de simpáticos buitres con uniforme. Una gamberrada estupenda y uno de los mejores filmes bélicos de los setenta.