Me parece haber asistido a una conjura de necios en una pequeña localidad danesa. Una niña fantasiosa suelta una ocurrencia y se desencadena una caza de brujas. No vemos que se le haga a la niña ninguna revisión médica ni análisis psicológico, sólo un tendencioso interrogatorio que le hace un tipo sin ninguna acreditación en presencia de la estúpida directora del parvulario. La fantasía de la niña no se contrasta con la versión del acusado, que tampoco cuenta cosas que debería contar. No sabemos tampoco como va la investigación policial. Son raros estos daneses: ni se explican ni quieren escuchar explicaciones, creen lo que quieren creer y no buscan otras versiones. Como decía, unos necios.
No se cual será el propósito de los autores. Tal vez denunciar la soterrada violencia que se agazapa en unas sociedades aparentemente satisfechas. Hace poco oí que se producen más maltratos a mujeres en las sociedades escandinavas, consideradas como más igualitarias, que en las mediterráneas, tradicionalemte más machistas. La visión que se da aquí de los daneses los muestra como simples, sugestionables y violentos. Y encima, cazadores. Vaya desengaño.
El mayor pecado de esta película es lo endeble de la historia. A mi juicio, todo es escasamente verosimil. Nadie, ni el protagonista, reacciona como una persona medianamente sensata. La secuencia final parece una ilustración de esa máxima tan querida por la propaganda: "Calumnia, que algo queda".
Inevitable no pensar en la obra de Lillian Hellman "The children´s hour", llevada dos veces a la pantalla por el maestro Wyler en "Esos tres" y "La calumnia". Una muestra de lo dañinos que pueden ser los inocentes niños. ¡Qué venga Herodes!