No puede negar su origen teatral, evidente por lo limitado de sus escenarios y por lo enfático y artificioso de los diálogos. Pero estas limitaciones nos permiten conocer con suficiente profundidad a los cuatro personajes. Es más: primero conocemos a las máscaras y despues a las personas que se ocultan tras ellas. Lo que se cuenta es como la educación y la civilización hacen posible la convivencia entre las personas. Si nos desinhibimos, aflora el animal de instintos agresivos que todos llevamos dentro. Conclusión: la hipocresía es la mejor herramienta para lograr una convivencia pacífica, tanto en el ámbito social como en el familiar. Mejor vivir en la mentira que en el caos. Al parecer, los niños resuelven de un modo más natural sus conflictos.
Filmar teatro siempre es una labor arriesgada. Polanski crea puntos de vista y planos elocuentes e imprime un ritmo cinematográfico al texto. Los actores están bien. Más funcionales ellos, más teatrales ellas. Jodie Foster está un poco sobreactuada. Su personaje es el que soporta mayores inhibiciones y tal vez por eso aparece más crispada. El humorismo del texto se mueve en un registro de suave sarcasmo que sólo despierta sonrisas. Malévolas, eso sí. El instinto es un dios salvaje.