Este Hairspray es una película hueca que descarrila por su propia simpleza. Si la película de Waters era transgresora porque personajes marginales se enfrentaban a los principios "morales" de la sociedad que los discriminaba, la película de Shankman intenta ser transgresora poniéndole a John Travolta un pelucón y 2 kilos de gomaespuma y sinceramente en la sociedad del "más difícil todavía" esto ya no escandaliza a nadie.

Con un guión de lo más naïf, que no profundiza en absoluto en la moralina un tanto desfasada que nos vende a ráfagas la cinta y una dirección propia del realizador de un canguro superduro, la película se queda, en un conglomerado de buenos números musicales, algunos brillantes, pero que no son suficientes para meterte de lleno en la vorágine sesentera y crítica que Waters trasmitía.

Solo Michele Pfeiffer disfruta de su papel y hace que el espectador disfrute con ella. Travolta es tan deficiente como innecesario y el resto del reparto están correctos pero no pasan del aprobado.

En definitiva, cuando el género musical estaba acabado, llegó Moulin Rouge y Chicago a resucitarlo. A partir de ese entonces, Hollywood se empeña en llevar a la pantalla grande todo lo que haya pasado por los escenarios de Broadway, cada vez con menos acierto y desgastando innecesariamente el género, porque ( y en contra de lo que piense algún productor hollywoodiense) un buen musical no solo está compuesto de buenos números musicales.