Intriga, aventura, emoción, injusticia, venganza… Muchos son los adjetivos que pueden usarse para hablar de la que ya es la serie francesa más popular de Netflix y una de las más vistas de la plataforma, y no es para menos, ya que da mucho de lo que hablar.

Arsène Lupin, ese antihéroe que es capaz de crear con el espectador una conexión especial, una conexión que, a pesar de no ser lo más ético, hace que sea percibido como un referente. Este ladrón es carismático, simpático, culto, polifacético, tiene una gran habilidad para el disfraz y la motivación de sus crímenes es hasta cierto punto comprensible; quizás por todo esto el público simpatice de esa forma con él. Las trepidantes aventuras que emprende con el principal objetivo de vengar la muerte de su padre conforman la estructura de esta producción de George Kay y François Uzan.

Entrando en las profundidades de la historia podemos apreciar una cierta ligereza en cuanto al ceñimiento a la novela, lo que provoca que se pierdan los potenciales de algunos actores al interpretar sus personajes debido a que son demasiado planos y esquematizados. Por momentos, podemos ver que se dan situaciones un tanto apresuradas de fuga y engaño muy ingeniosas mezcladas con otras totalmente ridículas que no tienen mucha lógica. Son este tipo de cosas las que muestran la pasividad de la serie con respecto a los contenidos esenciales de la obra de Leblanc.

Viendo el potencial que tenía esta producción, no me extraña el éxito rotundo que ha tenido en todo el mundo, y es que es una serie recomendable al cien por cien. Sus momentos de intriga combinados con otros de aventura desenfrenada, sumados a la sublime actuación de Omar Sy como Arsène Lupin, hacen que la creación de Uzan y Kay sea bajo mi punto de vista una muy buena representación audiovisual de la novela “Arsène Lupin, Caballero Ladrón” de Maurice Leblanc.