Podría considerarse a "Dirty Girl" una mezcla entre la infravalorada "Chicas malas" y "Pequeña Miss Sunshine", la primera por la sátira al drama adolescente de instituto y la segunda por ese tono de road movie buenrollista. No hay muchas películas que te dejen con una sonrisa cada vez que las ves, pero Dirty Girl lo consigue con cada visionado.

La chica facilona del instituto se junta con el gay con sobrepeso. Estamos en los 80. Los dos son unos marginados, los dos tienen problemas y, juntos, se ven obligados a formar una familia que va más allá del proyecto escolar que les asignan. Es una historia muy tierna donde todo parece encajar sin esfuerzo. La sobreactuación de los actores adultos encaja igual de bien que "Deceptacon" de Le Tigre, utilizada en una película ambientada en los 80 aunque no sea una canción de esa época. Y dos personas totalmente distintas encajan porque, pese a todo, se comprenden.

Juno Temple y Jeremy Dozier pasan de la comedia al drama sin despeinarse. En las escenas cómicas se lanzan dardos envenenados de los que sólo te puedes permitir lanzar a un amigo que te entiende; en las escenas musicales disfrutan haciendo lo que hacen y transmiten ese buen rollo al espectador; y en el drama lo hacen todo tan sutil que transforman una película palomitera en algo más. Es una historia de aceptación, de amistad y de crecimiento personal que no funcionaría sin la química que desprenden estos dos en pantalla y sin un guión inteligente que se sirve de algunos estereotipos pero que no ridiculiza a dos personajes tremendamente vulnerables e inseguros.