Como podemos comprobar, nunca el arte arriesgó tanto por un ideal. A apenas unos meses de las elecciones estadounidenses, un valiente y renovado Jay Lee lleva a la gran pantalla lo que podríamos calificar de atrevida y sutil oda anticapitalista.
Partiendo de un presupuesto mínimo, y con la siempre difícil pero loable pretensión de entretener y emocionar al espectador, la película logra (e incluso noquea al propio logro) ofrecer un producto más que digno del gore de serie B, Y, Z, A, R, R, O, y no contenta con eso, rueda además una serie de elaboradísimos y grandilocuentes guiños surrealistas (ya quisiera Buñuel...) de punzantes revelaciones para con el sistema administrativo de Bush. La belleza y adoración del cuerpo como único medio posible en pos de una fama que se eleva como único estandarte de la felicidad norteamericana; uso indiscriminado y caótico de las armas, que provocan un sinfín de muertes sin sentido; racismo mexicano y estiramiento de unas fronteras cada vez más inalcanzables; dinero por encima de la dignidad humana (por eso el rol principal recae en una estrella porno, pues incluso la puta más despreciable merece ser llamada humana) ; y, en fin, toda una caterva versículos incuestionables, maquillados con la siempre agradable faz del imperialismo yanki. Más que recomendable, ESENCIAL.


¡Joróbate, Flanders!