Almodovar debería retirarse ya de estropear buenos guiones practicando un cine inmaduro y naïf y dedicarse a su verdadera y única vocación: el diseño de interiores, para el que le guste ese estilo (diría que es su sello más característico) el que sigue vigente en sus películas aunque prescinda de su antiguo vocabulario o sentido del humor.

Afortunadamente, el auge de oferta ha puesto en su lugar (aunque sea moral) a viejos monopolios que absorben grandes cantidades de dinero público, como en el campo audiovisual pasa con Almodovar. Hay muchísimo talento cotidiano como para impresionarse con una película suya hoy en día. Y eso que desde España se le reconoce su innovación, en eso tan manido actualmente como la difusión de unas formas ordinarias, vulgares y horteras a través de la pantalla, para provocación social, tras una época de conservadurismo inflexible, cosa que nunca van a poder valorar de este director en el extranjero, más allá de su famoso vibrante sello estético pop-estéril (una atmósfera poco adecuada para transmitir la angustia de la soledad y el duelo, por cierto, como pretendía en esta película).

Después de ver Julieta me quedé igual que estaba y aunque respeto opiniones, me he reído leyendo críticas que se pasan de espirituales para lo frívola que se queda la obra, porque no solo no pasa nada, tampoco me parece que se transmita empatía hacia la protagonista y el guión se centra en intentar expresar unos sentimientos, que el director no muestra o no se llegan a expresar o se pierden entre tanto empeño estético y tantos focos de atencion; la mala actuación de alguna actriz poco creíble, fingida, grotesca y disfrazada, las pelucas demasiado falsas, los bellos primeros planos cual anuncio cosmético, los múltiples elementos ornamentales cual catálogo decorativo, los vestuarios (algunos de disparate), el trabajo constante y cambiante de peluquería y maquillaje… y lo que debería ser el objetivo principal, el sentimiento, se queda como un mero trabajo interno del espectador, en tener que identificarse con una situación de soledad parecida al perder al ser más cercano e imaginarse e inventarse todo lo que la película no refleja… y pasar por alto las frivolidades típicas dramáticas a la que recurren las películas cuando el prota está deprimido: lo de quedarse moribundo en la bañera y demás superficialidades. La única actriz genuína y auténtica, profunda y creíble es Emma Suarez y su presencia es escasa y tardía; recoge el testigo frívolo y aséptico de la otra actriz y tiene que salvar los muebles en pocos planos y pocas frases, demasiado tarde para establecer un vínculo personal con la historia.

Se queda tan ligera de profundidad, tan vacía de contenido para tanto continente, que lo bautizaría más como un 'fashion film' temático con flashes de múltiples escenas y personajes desfilando, que como una película con todas sus letras. Puro marketing, lo que se dice vender humo.