Pensaba encontrarme con una buena película de terror, porque las películas coreanas que llegan a occidente no suelen decepcionar. En lugar de eso, me he encontrado con una película de terror psicológico, donde algo pasa pero no queda claro qué lo provoca, donde lo mismo intentan asustarte con una ahorcada, que con un chivo destripado, que con un viejo que come carne directamente de un ciervo abatido, que con conversaciones sobre espíritus malignos (chamán incluido). Todo vale para intentar dar miedo, asco, terror, o una mezcla de todo eso.

Yo no he conectado con esa atmósfera que se pretende crear. El terror de Edgar Allan Poe me asustaba cuando era un niño. Ahora me da más miedo una inspección de hacienda o un ERE. Sin conseguir asustarme, la película me resulta una sucesión de despropósitos que cada vez se vuelven más risibles.

Otro problema es el excesivo metraje. Dos horas y media es mucha tela para tan poca chicha. Después de una hora de magufadas, ya estaba mirando al techo. Media hora más tarde, dejé de verla.

Lo que me ha gustado es ver la Corea del Sur rural. Las veces que he visto algún reportaje del país, se ha centrado en las grandes ciudades y las partes turísticas. Con esta película, me he hecho una idea aproximada del nivel de vida de sus pueblos, y de la naturaleza que los rodea.

A nivel técnico, es una película bien hecha, y la fotografía es muy buena.