'Lantana' es lenta y pretenciosamente reflexiva. De hecho la primera hora aburre mortalmente y he estado un par de veces a punto de dejarla de ver. Luego se comete el asesinato y los personajes dejan salir los sentimientos contenidos y la película toma forma.

'Lantana' no va sobre la infidelidad, y mucho menos sobre el sexo o el deseo. 'Lantana' va de dos cosas inherentes al matrimonio: el hastío de la rutina y la confianza en la pareja. Se desvanece la pasión porque los días son todos iguales, se desvanece el deseo porque se desea lo que no se tiene en lugar de lo que se posee, y surgen el distanciamiento, a veces hasta desapego. El amor se transforma en cariño. La infidelidad viene como una consecuencia, no como un origen. Como dijo el poeta, "esto es amor, quien lo probó lo sabe".

Y dentro de estos matrimonios heridos el denominador común es el miedo. Miedo a que sus parejas ya no los quieran. Miedo a reconocer que no funcionan. Miedo a la soledad. Miedo a que la herida sea mortal de necesidad. Ante ese miedo, mejor mirar para otro lado, porque corazón que no ve, corazón que no siente ¿O sí?

Los últimos compases a ritmo de bachata, mostrando los diferentes matrimonios se me antoja un pequeño zoológico del animal humano, real como la vida misma y digno estudio de un sociólogo. Una pequeña genialidad.