Todos los posibles peros planteados sobre esta película son ciertos, empezando por el abuso de la voz en off, habitualmente un recurso de mal narrador cinematográfico y terminando por el regodeo en la, ejem, peculiar situación de Río, pero lo cierto es que da igual, porque esto es gran cine, amigos.
Por supuesto que la historia da múltiples pinceladas de realidad social, como el racismo puro y duro de los purasangre brasileños, el destino fatal de los habitantes de las favelas, la , nuevamente ejem, ambigüedad moral, de la polícia o, aguanta que vienen curvas, los delirantes viajes de Juan Pablo II, pero todo esto jamás interfiere con el objetivo último del director, por lo que no se queda a mitad de camino como muchas otras: Tropa de Elite es, ante todo, una película de policias soberbia que tiene como valor añadido el mostrar de forma explícita el tránsito vital de los personajes, al otro lado de la línea, y contextualizar una brutalidad que, a priori, produce un rechazo instintivo. Si a esto le sumamos que el conjunto está rodado con un pulso más que adecuado, que el guión es un ejemplo de ritmo e intensidad y que los interpretes dan el pego completamente, podemos decir con satisfacción que un cine puede llenarse sin que por ello se pierda un ápice de calidad; apúntese esto la mayoría del cine español.

Pues eso, muy recomendable viaje a los insondables del alma humana. Y con algún sopapo, que no todo va a ser reflexión.