... y por supuesto, no sabe a nada. El nuevo concepto que maneja Hollywood es el de Blockbuster light/zero, películas recalentadas a partir de unas sobras anteriores y que busca la máxima recaudación sin molestar a nadie ni correr el más mínimo riesgo. Por supuesto, el Jurassic park original no era Arte & Ensayo, pero sí que era consciente de suponer un punto de inflexión y de ofrecer un entreteinimiento nunca visto, completamente en la línea de John Hammond y su circo de pulgas espectacular en el que no se debía reparar en gastos. Comparar ambas pélículas es absurdo, pues Jurassic World no cuenta ni con el factor sorpresa ni con la genialidad de Spielberg: juegan en ligas diferentes y mientras una fue un clásico instantáneo la otra solo puede aspirar a entertener. Y lo consigue, que no es poco. Trevorrow hace un trabajo falto de chispa pero con la sensatez de imprimir un buen ritmo y de hacer unas secuencias de acción pulcras, de modo que el metraje trascurre sin sobresaltos, siempre que uno apague su incredulidad. Chris Pratt vuelve a demostrar que su carisma debe ser explotado, Dallas Howard está por allí y los niños (siempre fueron el gran cáncer de la saga) vuelven a sobrar. Jurassic World es por tanto un reseteo digno y respetuoso, muy alejado aún del cine oscuro que siempre pidió la trama y que se disfruta sin complejos.