Lo más cómodo seria etiquetar esta película como una soberana mamarrachada lisérgica, pero me parece más justo pensar que es un carísimo resarcimiento infantil de los Wachowski. De Speed Racer, más que el aspecto visual (que está muy logrado) me soprende el cambio de registro brutal que han hecho los responsables de Matrix o V de Vendetta hacia algo tan increiblemente... Disney. Por tanto, abandonen toda esperanza de devanarse los sesos con argumentos pseudo-filosóficos, asistir a un recital de mamporros estilizados o recrearse con un diseño de producción oscuro o ciber punk: en vez de eso, solo hay más colores que en un muestrario de Titanlux, maniqueismo cavernario, castidad opusina y, ay mi madre, un niño estrangulable acompañado de un chimpancé que sostienen la pesada carga de ser los secundarios cómicos soltando córcholis y cáspitas por doquier. Por un momento me recordó al impresentable giro dado por Lucas en la Amenaza fantasma, con su Jar Jar y todo, pero es que el Universo Star Wars tampoco partía de premisas excesivamente adultas. Lo que quiero decir es que no me explico como los Wachowski han tenido el valor de resucitar una serie de animación de este pelaje, adaptarla tal cual en el plano visual (y argumental, porque para que se hagan una idea no muere nadie y celebran las victorias con leche), prescindiendo de cualquier guiño a los adultos de la sala, y pensar que iba a ser un éxito comercial o que la legión de admiradores de su trabajo les iba a reir la gracia. ¿Quiere esto decir que Speed Racer es un puro bodrio?: pues no exactamente, porque a mí me entretuvo sin producirme un ataque epileptico, pero no hay duda que es un capricho innecesario, caro y un experimento cinematográfico que quiera dios que no marque ninguna tendencia en el futuro. Por tanto, únicamente recomentable para seres humanos o chimpacés por debajo de los diez años o para adultos que gozaron a tope la serie original.