Las llamadas "películas de locos" merecen ser consideradas un subgénero con todo merecimiento, puesto que a los espectadores nos han dado grandes sesiones cinematográficas, y a los actores un capazo de prestigio, premios y reconocimientos. Esta es una de ellas, puesto que hay una notable concentración por fotograma de "mentalmente interesantes" con y sin diagnosticar, a lo que hay que sumar una estructura de cuasi comedia romántica con final no revelable. ¿El resultado?: honestamente, no es un desastre total pero las ocho nominaciones a los Oscar dicen muy poco de la Academia y mucho de la capacidad de los Hermanos Weinstein para colar sus productos por la puerta grande. Y es que no hay nada en esta película que no se haya hecho mejor previamente en ambos géneros, y sus supuestas virtudes no dan para tanta fanfarria. Es verdad que Bradley Cooper tiene momentos muy logrados como bipolar, y el guión deja entrever algún detalle interesante, pero esto no compensa ni de lejos el poco convincente trabajo de Jennifer Lawrence, que solo triunfa cuando enseña el pandero en primer plano y el aire de absurdez y/o tontuna que envuelve a la historia. En definitiva, película sobrevalorada hasta límites insospechados, que no acaba de apestar pero que supone una pérdida de tiempo en comparación con otras obras más redondas. De locos, digo.